Hay una melancólica
añoranza de aquellos envidiables tiempos en los que los súbditos pertenecían a
un rey que arriesgaba su bienestar y su honra para defenderlos.
-- ¿No había lucha de
clases?
--Ni siquiera había clases.
Eran tiempos en los
que el ruido infernal de ahora no ensordecía
a la humanidad y en los que todavía no se habían inventado esencias ni perfumes
artificiales que ahuyentaron la pestilencia natural.
-- ¿Y había paro obrero?
--Ni siquiera había obreros. El mundo de aquellos tiempos
era esencialmente simple: amo al que le correspondía mandar y esclavos a los
que les tocaba obedecer.
--¿Y huelgas?
Era una aberración que
todavía no se había inventado. El que no trabajaba se moría de hambre, a menos
que le robara la comida al que hubiera trabajado para conseguirla, o se la
hubiera robado a otro que la tuviera.
¿Y no había políticos
que se sintieran llamados por el destino a redimir a la humanidad de tanta
injusticia?
--Los había, pero
como el lenguaje de aquel tiempo primitivo era tan simple, eran conocidos por
bandoleros.
--Pues ahora parece
que también hay gente que roba y a esos, precisamente, es a los que en vez de
ladrones llaman políticos.
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