jueves, 3 de enero de 2019

LO DE ANDALUCIA


Sobre los campos de la tierra mía en los que después de cuarenta años de sombríos nublados dibujaba el amanecer su cenefa luminosa, parece que la noche  será perpetua.
¿Cómo el gazpacho?
Como los ardores estomacales que provoca el gazpacho,  si lo han cargado demasiado de aceite, ajo y sal.
¿Qué acontece, qué ocurre, que turbios presagios pronostican el infierno que es, en definitiva, la pérdida de la esperanza?
Pues muy sencillo.
Que unos demonios más o menos colorados se habían conchabado para que, una vez muriera el viejo que protegía España, en la olla no metieran cuchara nada los que dijeran que el muerto había sido un tal por cual.
Y así lo hicieron.
Asi lo intentaron en toda la finca, pero donde lo consiguieron fue en su vega más feraz, la parcela más soleada, el sitio fluvial donde mejor se propagaba el trino de las avecillas canoras, con el rumor de fondo del coro de bajos del fragor del rio.
Total, que lo que quiere decir con tanta mariconada es que los rojos socialistas y los todavia más colorados comunistas han estado mandando en Andalucia desde que se murió Franco.
Y que en un descuido quisieron ahorrar en sobornos y perdieron las elecciones.
Eso, y que los tres que se tuvieron que juntar para echar a los ocupas del terreno, de los recursos y del afecto de los andaluces, se pegan bocados más feroces entre ellos que contra los que hasta ahora se comían en solitario la carroña.
¿Y qué podríamos hacer para que este nuevo acto de tan entretenida comedia como es la de “España, su autofagia y ventosidades” nos distraiga sin salpicarnos.
Ver el espectáculo por televisión y, si fuera posible, desde las Islas Célebes, por ejemplo.

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