Es una argucia, si
no sabia desde luego útil, descargar en otros las propias culpas.
“Vinieron los
sarracenos/y nos molieron a palos/que Dios ayuda a los malos/cuando son más que
los buenos”.
Y eso, una vez más,
es lo que hacemos los españoles cuando alguien, ajeno o de los nuestros, hace
lo que entre todos deberíamos haber evitado.
¿Puede haber en la
larga historia de la triste España algún gobernante que supere en desatinos al
que, llamándose Zapatero, nos dejó a todos descalzos?
Pues hay quien se
empeña en culpar a un tal Rajoy, que sucedió a Zapatero y propició la recuperación
parcial de sus desatinos, de los desmanes de uno de los descendientes de Sancho,
que ahora capitanea las desdichas de España.
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