Un Rey y jefe nominal
del Estado que, como la sagrada forma, preside desde su custodia aislante la políticamente
estratificada servidumbre de la chusma.
Un Presidente del
Gobierno que pontifica su verdad y delega en una especie de primer ministro la
engorrosa tarea de amenazar y sobornar para que los gobernados no se desmadren.
Un doble coro de
senadores y diputados que cantan las decisiones del que manda, hasta que
transfieran sus alabanzas al que lo sustituya en el mando.
¿Y la gente?
Entre resignada y
feliz porque han delegado en los que ellos mismos eligieron la
responsabilidad de alimentarlos, vestirlos, y hasta de entretenerlos a través de la
ubicua pantalla desde la que el que manda los guía.
--¿Y la gente?
--Contentísima
porque ahora mandan los que ellos eligieron para que manden, aunque hay algunos
que sospechan que tan jodido es enero como febrero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario