¿Tienen los gobernados los gobernantes que se merecen?
Esa pregunta, todavía
sin respuesta satisfactoria, me la hice y me la
sigo haciendo desde que empecé a ganarme la vida informando sobre las
gentes de los países a los que fui destinado.
Y, si a alguna
conclusión llegué fue la de que la gente que menos dependa del gobierno para que
resuelva sus necesidades individuales, menos proporción de su libertad tiene
que entregar al gobierno que alardee de que se las resuelve.
Como paradigmas de países
desde los que tuve que informar, la libre sociedad norteamericana me pareció,
en su conjunto, la más satisfecha.
La Rusia todavía
soviética y la Cuba todavía sin turistas extranjeros me parecieron los países de
mayor penuria económica y menos satisfactores sociales.
Aquel rancio
principio filosófico del “consentimiento
unánime de la humanidad” como prueba irrefutable de la veracidad de un argumento
lo ratifica: todos los cubanos y rusos que podían huir de sus paises lo intentaban
y todos los que conseguían huir, intentaban llegar a los Estados Unidos.
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