Los Estados Unidos, en palabras textuales de su presidente Barack Obama, “han llevado a cabo una operación para matar a Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda”.
Se ha hecho justicia, sin los privilegios procesales en los que se amparan los delincuentes para eludir la ley.
Solo una apariencia de legalidad se ha respetado en la ejecución del terrorista: la presencia de pakistaníes en la operación, para poderla calificar de “conjunta” y justificar la intervención de soldados norteamericanos en un país con el que los Estados Unidos no están en guerra.
La misión de los soldados era “matar” a Bin Laden, sin los engorros formalistas de detenerlo, conseguir su extradición, acusarlo, garantizarle defensa legal, someterlo a juicio, lograr su condena, permitirle agotar sus posibilidades de recurso contra la sentencia y solo después, y en el caso de que la condena hubiera sido a muerte, ejecutarla.
Bien está, y si hasta el propio Bin Laden se vanagloriaba de los crímenes por los que le han dado muerte, sería absurdo insinuar su inocencia.
Pero, si lo que ha hecho Barack Obama le parece bien a los que les cae en gracia—a la progresía de diseño—no se entiende que comprendieran a Felipe González cuando impidió que mataran a la jefatura de ETA.
¿Son los asesinos etarras menos sanguinarios que los de Al Qaeda? ¿Son más dignos de castigo los asesinos integristas musulmanes que los terroristas separatistas?
Si los asesinos son igualmente merecedores de castigo, ¿son diferentes las víctimas?
lunes, 2 de mayo de 2011
EJECUCION SUMARIA DE BIN LADEN
Los Estados Unidos, en palabras textuales de su presidente Barack Obama, “han llevado a cabo una operación para matar a Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda”.
Se ha hecho justicia, sin los privilegios procesales en los que se amparan los delincuentes para eludir la ley.
Solo una apariencia de legalidad se ha respetado en la ejecución del terrorista: la presencia de pakistaníes en la operación, para poderla calificar de “conjunta” y justificar la intervención de soldados norteamericanos en un país con el que los Estados Unidos no están en guerra.
La misión de los soldados era “matar” a Bin Laden, sin los engorros formalistas de detenerlo, conseguir su extradición, acusarlo, garantizarle defensa legal, someterlo a juicio, lograr su condena, permitirle agotar sus posibilidades de recurso contra la sentencia y solo después, y en el caso de que la condena hubiera sido a muerte, ejecutarla.
Bien está, y si hasta el propio Bin Laden se vanagloriaba de los crímenes por los que le han dado muerte, sería absurdo insinuar su inocencia.
Pero, si lo que ha hecho Barack Obama le parece bien a los que les cae en gracia—a la progresía de diseño—no se entiende que comprendieran a Felipe González cuando impidió que mataran a la jefatura de ETA.
¿Son los asesinos etarras menos sanguinarios que los de Al Qaeda? ¿Son más dignos de castigo los asesinos integristas musulmanes que los terroristas separatistas?
Si los asesinos son igualmente merecedores de castigo, ¿son diferentes las víctimas?
miércoles, 13 de abril de 2011
PORTUGAL: LA CRISIS DE LA QUE NADIE QUIERE HABLAR.
Puede que las ideologías entraran hace tiempo en fase crepuscular en el resto del mundo pero en Portugal, el jardín de Europa plantado junto al mar, conservan su vigor auroral.
Prueba de ese fenómeno fue el trasfondo ideológico de la fugaz conversación entre el primer ministro de Portugal, el socialista José Sócrates y Pedro Paços Coelho, candidato a sucederlo como representante de los socialdemócratas, de matiz conservador.
La media hora del encuentro tenía por objeto acordar una posición conjunta sobre lo que Portugal necesita que le presten para salir del atolladero, fijar los recortes al gasto y consensuar cómo debe incrementar el Estado sus ingresos para devolver a los acreedores los 80.000 millones de euros que piden.
Aparentemente, una simple cuestión de contar habas, de renunciar a lo superfluo y estimular la producción rentable. Un problema de técnicos más que de políticos pero, como en Portugal le sobra al debate ideológico la pujanza que a la actividad económica le falta, el acuerdo no fue posible.
Paços Coelho, el conservador, dijo que el socialista se negaba a dar prioridad a los recortes que supongan un adelgazamiento en la burocracia del Estado y liberen a los contribuyentes de impuestos y trabas administrativas que frenan la iniciativa empresarial.
Sócrates, como correligionarios socialistas de otros lugares, culpa de la crisis y de la intervención internacional en la economía portuguesa al líder de la oposición porque, después de haberlo apoyado en tres planes sucesivos anteriores, en Marzo le negó apoyo parlamentario para un cuarto.
Andan por aquí desde ésta mañana los técnicos internacionales llegados para evaluar la realidad de la situación, las necesidades reales de ayuda de Portugal y sus posibilidades de cumplir un riguroso plan para enderezar el entuerto y devolver los créditos.
Los ceremoniosos portugueses, poco expresivos cuando exteriorizan sentimientos y siempre comedidos en la selección de palabras para expresarlos, en ésta ocasión se han superado a sí mismos.
Apenas hablan de lo que se les ha caído encima, no se sabe si por el pudor del hidalgo venido a menos o como deliberada negación de una realidad desagradable,
Contrasta esa parquedad dialéctica de los portugueses con la abrumadora locuacidad de sus vecinos orientales que, desde haced dos años, no dejan de hablar de la crisis económica.
La primera fórmula no es mejor que la segunda, sino resultado de una respuesta congruente con la influencia cultural heredada por españoles y portugueses: los primeros, condicionados por su herencia argentina, espantan sus males aireando sus traumas para que, como en el sicoanálisis, se desvanezcan al contacto con la realidad.
La herencia cultural inglesa de los portugueses los induce a resolver en la intimidad los problemas íntimos que, si se airean, no añaden más que el mal gusto de que los demás sepan lo que no les atañe.
Lo digan o lo oculten, la crisis que se traen entre manos los portugueses es de aúpa: el litro de combustible es diez céntimos de euro más caro que el de sus vecinos, por cada cien kilómetros de autopista tienen que pagar seis euros de peaje, los precios de los productos de consumo son iguales o superiores, la seguridad social paga parte del precio de las medicinas a los jubilados que cobren menos del salario mínimo y hoy admitió el gobierno que las retenciones del salario de 80.000 policías y GNR (la guardia civil de aquí) no las hizo llegar a la Seguridad Social.
Que los ciudadanos hablen de la crisis que los afecta no la mitiga, pero el asentimiento del mutismo tampoco.
Prueba de ese fenómeno fue el trasfondo ideológico de la fugaz conversación entre el primer ministro de Portugal, el socialista José Sócrates y Pedro Paços Coelho, candidato a sucederlo como representante de los socialdemócratas, de matiz conservador.
La media hora del encuentro tenía por objeto acordar una posición conjunta sobre lo que Portugal necesita que le presten para salir del atolladero, fijar los recortes al gasto y consensuar cómo debe incrementar el Estado sus ingresos para devolver a los acreedores los 80.000 millones de euros que piden.
Aparentemente, una simple cuestión de contar habas, de renunciar a lo superfluo y estimular la producción rentable. Un problema de técnicos más que de políticos pero, como en Portugal le sobra al debate ideológico la pujanza que a la actividad económica le falta, el acuerdo no fue posible.
Paços Coelho, el conservador, dijo que el socialista se negaba a dar prioridad a los recortes que supongan un adelgazamiento en la burocracia del Estado y liberen a los contribuyentes de impuestos y trabas administrativas que frenan la iniciativa empresarial.
Sócrates, como correligionarios socialistas de otros lugares, culpa de la crisis y de la intervención internacional en la economía portuguesa al líder de la oposición porque, después de haberlo apoyado en tres planes sucesivos anteriores, en Marzo le negó apoyo parlamentario para un cuarto.
Andan por aquí desde ésta mañana los técnicos internacionales llegados para evaluar la realidad de la situación, las necesidades reales de ayuda de Portugal y sus posibilidades de cumplir un riguroso plan para enderezar el entuerto y devolver los créditos.
Los ceremoniosos portugueses, poco expresivos cuando exteriorizan sentimientos y siempre comedidos en la selección de palabras para expresarlos, en ésta ocasión se han superado a sí mismos.
Apenas hablan de lo que se les ha caído encima, no se sabe si por el pudor del hidalgo venido a menos o como deliberada negación de una realidad desagradable,
Contrasta esa parquedad dialéctica de los portugueses con la abrumadora locuacidad de sus vecinos orientales que, desde haced dos años, no dejan de hablar de la crisis económica.
La primera fórmula no es mejor que la segunda, sino resultado de una respuesta congruente con la influencia cultural heredada por españoles y portugueses: los primeros, condicionados por su herencia argentina, espantan sus males aireando sus traumas para que, como en el sicoanálisis, se desvanezcan al contacto con la realidad.
La herencia cultural inglesa de los portugueses los induce a resolver en la intimidad los problemas íntimos que, si se airean, no añaden más que el mal gusto de que los demás sepan lo que no les atañe.
Lo digan o lo oculten, la crisis que se traen entre manos los portugueses es de aúpa: el litro de combustible es diez céntimos de euro más caro que el de sus vecinos, por cada cien kilómetros de autopista tienen que pagar seis euros de peaje, los precios de los productos de consumo son iguales o superiores, la seguridad social paga parte del precio de las medicinas a los jubilados que cobren menos del salario mínimo y hoy admitió el gobierno que las retenciones del salario de 80.000 policías y GNR (la guardia civil de aquí) no las hizo llegar a la Seguridad Social.
Que los ciudadanos hablen de la crisis que los afecta no la mitiga, pero el asentimiento del mutismo tampoco.
lunes, 4 de abril de 2011
JOSE LUIS, ¿PATO SENTADO O PATO COJO?
La inagotable capacidad analítica de los tertulianos españoles—esa evolución resultante de la mayor demanda ambiental de opinión que de información—ha encontrado de forma corporativa un animal hasta ahora desconocido: el pato cojo.
Debe ser una variante del “sitting duck”, o pato sentado en traducción literal a esta especie de serbocroata que es ya el español y que, hasta ahora, era como se llamaba en el lenguaje coloquial de los Estados Unidos al político que recibe disparos por todas partes, sin poder defenderse.
Al pobre José Luis, al que el otro día dijo que se iba pero que todavía no se ha ido, a los tertulianos españoles les ha dado por calificarlo de “pato cojo”, seguramente por analogía con los señuelos que los cazadores colocan en los charcos para atraer a sus congéneres voladores.
Sería bueno que se aclararan los que así llaman al bueno de Zapatero, que se habrá quedado sin ideas ni recursos para sobrevivir en la política, pero todavía conserva buenas piernas para salir huyendo.
En caso de que además de “patos sentados” haya “patos cojos”, los tertulianos españoles ameritan un reconocimiento adicional al de su capacidad dialéctica de justificar a toro pasado lo que sostenían hasta que el morlaco inició la arrancada.
Se merecen, por lo menos, el premio nobel de ornitología por descubrir una clase de pato que en los Estados Unidos, donde dicen que existe, nadie hasta ahora había descubierto.
Y, por cierto, a la gobernadora de Alaska e imagen del regeneracionismo frente a la abusiva intromisión estatal en la vida de los ciudadanos, Sarah Palin, la Sociedad Nacional de Columnistas de Periódicos de los Estados Unidos le concedió su premio Sitting Duck 2009.
Quien le iba a decir a José Luis que iban a compararlo con la Palin.
Debe ser una variante del “sitting duck”, o pato sentado en traducción literal a esta especie de serbocroata que es ya el español y que, hasta ahora, era como se llamaba en el lenguaje coloquial de los Estados Unidos al político que recibe disparos por todas partes, sin poder defenderse.
Al pobre José Luis, al que el otro día dijo que se iba pero que todavía no se ha ido, a los tertulianos españoles les ha dado por calificarlo de “pato cojo”, seguramente por analogía con los señuelos que los cazadores colocan en los charcos para atraer a sus congéneres voladores.
Sería bueno que se aclararan los que así llaman al bueno de Zapatero, que se habrá quedado sin ideas ni recursos para sobrevivir en la política, pero todavía conserva buenas piernas para salir huyendo.
En caso de que además de “patos sentados” haya “patos cojos”, los tertulianos españoles ameritan un reconocimiento adicional al de su capacidad dialéctica de justificar a toro pasado lo que sostenían hasta que el morlaco inició la arrancada.
Se merecen, por lo menos, el premio nobel de ornitología por descubrir una clase de pato que en los Estados Unidos, donde dicen que existe, nadie hasta ahora había descubierto.
Y, por cierto, a la gobernadora de Alaska e imagen del regeneracionismo frente a la abusiva intromisión estatal en la vida de los ciudadanos, Sarah Palin, la Sociedad Nacional de Columnistas de Periódicos de los Estados Unidos le concedió su premio Sitting Duck 2009.
Quien le iba a decir a José Luis que iban a compararlo con la Palin.
sábado, 2 de abril de 2011
LEIRE PAJIN, PRESIDENTA
Cloroformizado por la monotonía urbana, la renuncia de José Luis Rodríguez Zapatero a la reelección me habría hecho pensar en el final de algo que, aunque malo, podría no serlo tanto como lo que detrás venga.
Pero conocí la noticia recién expatriado de cinco días absorto en la dorada pátina de la floración sobre la adustez de las encinas, del manso viento que mece las flores de los cantuesos, del galanteo de los pájaros con sus cantos más irresistible para que las hembras de su especie perpetúen la vida.
En definitiva, que el anuncio de que Zapatero abandona la política activa, para el que la conoce después de una semana en la gloria sensual de una dehesa en Sierra Morena, es preludio de lo que viene y no ocaso de lo que se va.
¿Quien, después de una semana así, puede desear que al maquiavelismo maniobrero del actual presidente del gobierno le suceda la astucia retorcida de Rubalcaba?
Cambiar el posibilismo acomodaticio de Carme Chacón por el oportunismo permanentemente coyuntural de Zapatero no es cambio, sino más de lo mismo y la dialéctica de sacristán de José Bono, si el actual presidente de las Cortes fuera el sucesor,sería idéntica a la incontinencia verbal del actual presidente.
Contágiese España de primavera y busque un cambio radical y no meramente nominal al escoger nuevo Presidente del Gobierno.
Este esplendor de la naturaleza invita a descartar la ficción conceptual e inclinarse por la realidad tangible, a desconfiar de argucias argumentales y dejarse seducir por evidencias palpables.
Es hora también, después del fracaso de tantas propuestas ideológicas, de confiar en la oscura llamada del primitivismo instintivo y de sucumbir a la tentación atávica de la tan denostada irracionalidad del ser humano.
Es hora, en definitiva, de pronunciarse por Leire Pajín como próxima Presidenta del Gobierno.
Pero conocí la noticia recién expatriado de cinco días absorto en la dorada pátina de la floración sobre la adustez de las encinas, del manso viento que mece las flores de los cantuesos, del galanteo de los pájaros con sus cantos más irresistible para que las hembras de su especie perpetúen la vida.
En definitiva, que el anuncio de que Zapatero abandona la política activa, para el que la conoce después de una semana en la gloria sensual de una dehesa en Sierra Morena, es preludio de lo que viene y no ocaso de lo que se va.
¿Quien, después de una semana así, puede desear que al maquiavelismo maniobrero del actual presidente del gobierno le suceda la astucia retorcida de Rubalcaba?
Cambiar el posibilismo acomodaticio de Carme Chacón por el oportunismo permanentemente coyuntural de Zapatero no es cambio, sino más de lo mismo y la dialéctica de sacristán de José Bono, si el actual presidente de las Cortes fuera el sucesor,sería idéntica a la incontinencia verbal del actual presidente.
Contágiese España de primavera y busque un cambio radical y no meramente nominal al escoger nuevo Presidente del Gobierno.
Este esplendor de la naturaleza invita a descartar la ficción conceptual e inclinarse por la realidad tangible, a desconfiar de argucias argumentales y dejarse seducir por evidencias palpables.
Es hora también, después del fracaso de tantas propuestas ideológicas, de confiar en la oscura llamada del primitivismo instintivo y de sucumbir a la tentación atávica de la tan denostada irracionalidad del ser humano.
Es hora, en definitiva, de pronunciarse por Leire Pajín como próxima Presidenta del Gobierno.
viernes, 18 de marzo de 2011
LIBIA Y LA INSENSATEZ DE ZAPATERO
El neobelicista y criptopacifista José Luis Rodríguez Zapatero mandará militares españoles a combatir en Libia, una insensatez sin otra explicación que la ignorancia del Presidente del Gobierno.
El pretexto es que la democracia desplace del poder a la dictadura de Muammar Gadafi y acabe así la opresión del pueblo libio.
Los gobiernos de raíz cristiana, entre ellos el de España, se exponen a que su injerencia en el pleito libio propicie que una dictadura teocrática, más inclemente que la laica derribada, agudice la opresión de la población.
Indefectiblemente, esa ha sido la consecuencia cada vez que gobiernos de países no musulmanes, con el pretexto de extender los beneficios de su cultura, han intervenido en países de tradición islámica.
El general inglés retirado Sir John Hackett y otros prestigiosos estrategas de la OTAN publicaron en 1978 “The Third World War:Augustus 1985” y la conmoción que provocó duró pocos meses porque, en Enero de 1979, la dictadura teocrática del Ayatollah Jomeini reemplazó la tecnocrática del Sha Reza Pahlevi.
El libro, que predice cómo se desarrollaría una guerra entre la OTAN y el Pacto de Varsovia tras un incidente armado en Agosto de 1985 en Yugoslavia, centra uno de los episodios bélicos en la lucha por el petróleo iraní, naturalmente aliado bajo el Sha, de Occidente y los Estados Unidos.
Fue tan abultado el error de cálculo sobre el futuro de Irán que los autores tuvieron que rehacer en 1983 lo que habían publicado en 1978.
Por el tiempo en que el libro se publicó, la sociedad iraní le pareció a este testigo una de las que había conocido de esa cultura más dinámicas y abiertas.
El retroceso en el disfrute de libertades que los iraníes soportan desde entonces no hubiera sido posible si el gobierno francés y el embajador de los Estados Unidos en París no hubieran convencido al candoroso Jimmy Carter de que el régimen que implantaría el Ayatollah Jomeini garantizaría mejor las libertades individuales que el del Sha.
La pujanza expansionista del chiismo de los ayatollhas desencadenó otro error norteamericano que todavía sufre el mundo: para frenar a Irán, respaldó el militarismo del sunnita Sadam Husein, que desembocó en la guerra irako-iraní, la invasión de Kuwait y la violencia que no cesa en la zona.
Arabía Saudita, aliada de los Estados Unidos y cuna del waabismo sunní, financió las madrazas de todo el mundo—Chechenia, y Magreb sobre todo-- para frenar el renacimiento chií resultante del asentamiento de Jomeini en Irán.
Muchos enraízan el fanatismo terrorista de los grupos magrebíes en la contraofensiva sunnita del dinero saudí.
Al difunto congresista Texano Charlie Wilson habría que responsabilizar de haber convencido al congreso de los Estados Unidos para que financiara a la CIA y proveyera de lanzamisiles antihelicópteros, decisivos en la derrota del ejército invasor soviético.
Los soviéticos, como apóstoles del comunismo que es una derivación del cristianismo, habían intentado meter en el mundo moderno a Afganistán y estuvieron a punto de lograrlo, tras los intentos fallidos de Alejandro e Inglaterra.
Si no hubiera sido por Charlie Wilson y la CIA lo hubieran conseguido. La consecuencia del fracaso fue el atentado de las torres gemelas, el cerco actual de los talibanes a Kabul y la guerra que sigue coleando en Afganistán.
La intervención en Libia en la que tan interesado está Zapatero puede que tenga consecuencias similares, como siempre que los pueblos de raíz cristiana se inmiscuyen para que los musulmanes adopten sistemas basados en la frase evangélica “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Esa filosofía, que fundamenta la división de poderes en las sociedades derivadas del cristianismo, es blasfema para el buen musulmán porque todo el poder, incluido el del César, es atributo exclusivo de Dios.
Harían bien Zapatero y sus colegas cristianos en la gobernanza, en dejar que los moros hagan lo que quieran siempre que el mal se lo hagan entre ellos y no nos salpique a los demás.
No hay mejor política respecto a los musulmanes que añadir a la obra de misericordia “enseñar al que no sabe” la que aconseja la prudencia: “no enseñar al que no quiera aprender”.
El pretexto es que la democracia desplace del poder a la dictadura de Muammar Gadafi y acabe así la opresión del pueblo libio.
Los gobiernos de raíz cristiana, entre ellos el de España, se exponen a que su injerencia en el pleito libio propicie que una dictadura teocrática, más inclemente que la laica derribada, agudice la opresión de la población.
Indefectiblemente, esa ha sido la consecuencia cada vez que gobiernos de países no musulmanes, con el pretexto de extender los beneficios de su cultura, han intervenido en países de tradición islámica.
El general inglés retirado Sir John Hackett y otros prestigiosos estrategas de la OTAN publicaron en 1978 “The Third World War:Augustus 1985” y la conmoción que provocó duró pocos meses porque, en Enero de 1979, la dictadura teocrática del Ayatollah Jomeini reemplazó la tecnocrática del Sha Reza Pahlevi.
El libro, que predice cómo se desarrollaría una guerra entre la OTAN y el Pacto de Varsovia tras un incidente armado en Agosto de 1985 en Yugoslavia, centra uno de los episodios bélicos en la lucha por el petróleo iraní, naturalmente aliado bajo el Sha, de Occidente y los Estados Unidos.
Fue tan abultado el error de cálculo sobre el futuro de Irán que los autores tuvieron que rehacer en 1983 lo que habían publicado en 1978.
Por el tiempo en que el libro se publicó, la sociedad iraní le pareció a este testigo una de las que había conocido de esa cultura más dinámicas y abiertas.
El retroceso en el disfrute de libertades que los iraníes soportan desde entonces no hubiera sido posible si el gobierno francés y el embajador de los Estados Unidos en París no hubieran convencido al candoroso Jimmy Carter de que el régimen que implantaría el Ayatollah Jomeini garantizaría mejor las libertades individuales que el del Sha.
La pujanza expansionista del chiismo de los ayatollhas desencadenó otro error norteamericano que todavía sufre el mundo: para frenar a Irán, respaldó el militarismo del sunnita Sadam Husein, que desembocó en la guerra irako-iraní, la invasión de Kuwait y la violencia que no cesa en la zona.
Arabía Saudita, aliada de los Estados Unidos y cuna del waabismo sunní, financió las madrazas de todo el mundo—Chechenia, y Magreb sobre todo-- para frenar el renacimiento chií resultante del asentamiento de Jomeini en Irán.
Muchos enraízan el fanatismo terrorista de los grupos magrebíes en la contraofensiva sunnita del dinero saudí.
Al difunto congresista Texano Charlie Wilson habría que responsabilizar de haber convencido al congreso de los Estados Unidos para que financiara a la CIA y proveyera de lanzamisiles antihelicópteros, decisivos en la derrota del ejército invasor soviético.
Los soviéticos, como apóstoles del comunismo que es una derivación del cristianismo, habían intentado meter en el mundo moderno a Afganistán y estuvieron a punto de lograrlo, tras los intentos fallidos de Alejandro e Inglaterra.
Si no hubiera sido por Charlie Wilson y la CIA lo hubieran conseguido. La consecuencia del fracaso fue el atentado de las torres gemelas, el cerco actual de los talibanes a Kabul y la guerra que sigue coleando en Afganistán.
La intervención en Libia en la que tan interesado está Zapatero puede que tenga consecuencias similares, como siempre que los pueblos de raíz cristiana se inmiscuyen para que los musulmanes adopten sistemas basados en la frase evangélica “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Esa filosofía, que fundamenta la división de poderes en las sociedades derivadas del cristianismo, es blasfema para el buen musulmán porque todo el poder, incluido el del César, es atributo exclusivo de Dios.
Harían bien Zapatero y sus colegas cristianos en la gobernanza, en dejar que los moros hagan lo que quieran siempre que el mal se lo hagan entre ellos y no nos salpique a los demás.
No hay mejor política respecto a los musulmanes que añadir a la obra de misericordia “enseñar al que no sabe” la que aconseja la prudencia: “no enseñar al que no quiera aprender”.
jueves, 17 de marzo de 2011
EL DICHOSO Y VIEJO RIO GRANDE
Diga lo que haya dicho el Tribunal Constitucional, a los andaluces les corresponden todas las competencias, derechos y control sobre las aguas del Río Guadalquivir, genuina vena aorta de Andalucía.
¿Es que sobre esa arteria reguladora del flujo sanguíneo en el organismo humano puede decidir alguien ajeno a quien la aloja?
Como los catalanes hicieron con los artículos de su estatuto que el Constitucional declaró incompatibles con la Constitución Española, los andaluces también deberían buscarle las vueltas para ignorar la sentencia que dice que un artículo de su estatuto la contradice.
Hay dos maneras de hacerlo: por las buenas o por las malas.
Por las buenas, y si Extremadura se siente perjudicada por el artículo recurrido,
a) Se podría ofrecer a Extremadura que se constituya en protectorado de Andalucía.
b) Andalucía podría anexionarse la extremeña Badajoz como novena provincia andaluza. (La de Cáceres podría integrarse en Castilla-León, con la que tiene un conflicto similar respecto al Duero, y así habría en España una autonomía menos).
Por las malas, y si Extremadura rechaza esas generosas soluciones al conflicto que ha suscitado, Andalucía tiene un argumento irrebatible con el que justificar la inevitable acción armada:
Como todos los Estados, el andaluz se ha ido forjando a lo largo de tres mil años de Historia extendiendo su control sobre la cuenca del río que la vertebra, en éste caso el Guadalquivir.
Si Extremadura aduce que controla parte de esa cuenca, admite el derecho de Andalucía a ocupar un territorio irredento, para alcanzar su destino nacional.
Queda claro que razones no les faltan a los andaluces para invadir, conquistar e incorporar a su soberanía ese espacio vital (lebensraum) en disputa.
Lo malo es que, posiblemente, si los andaluces se pelearan con los extremeños, los segundos derrotarían a los primeros porque son más austeros, laboriosos y aguerridos.
Además, la inminencia del verano, que por estas tierras aumenta tanto las temperaturas que disuade a sus habitantes de esfuerzos superiores al de abanicarse, es el momento menos oportuno para liarse la manta a la cabeza y andar por ahí, bajo el sol inclemente, expuestos al fuego de las armas extremeñas.
Que los extremeños, pues, se queden con el río, su cuenca, sus peces y sus inundaciones.
¿Es que sobre esa arteria reguladora del flujo sanguíneo en el organismo humano puede decidir alguien ajeno a quien la aloja?
Como los catalanes hicieron con los artículos de su estatuto que el Constitucional declaró incompatibles con la Constitución Española, los andaluces también deberían buscarle las vueltas para ignorar la sentencia que dice que un artículo de su estatuto la contradice.
Hay dos maneras de hacerlo: por las buenas o por las malas.
Por las buenas, y si Extremadura se siente perjudicada por el artículo recurrido,
a) Se podría ofrecer a Extremadura que se constituya en protectorado de Andalucía.
b) Andalucía podría anexionarse la extremeña Badajoz como novena provincia andaluza. (La de Cáceres podría integrarse en Castilla-León, con la que tiene un conflicto similar respecto al Duero, y así habría en España una autonomía menos).
Por las malas, y si Extremadura rechaza esas generosas soluciones al conflicto que ha suscitado, Andalucía tiene un argumento irrebatible con el que justificar la inevitable acción armada:
Como todos los Estados, el andaluz se ha ido forjando a lo largo de tres mil años de Historia extendiendo su control sobre la cuenca del río que la vertebra, en éste caso el Guadalquivir.
Si Extremadura aduce que controla parte de esa cuenca, admite el derecho de Andalucía a ocupar un territorio irredento, para alcanzar su destino nacional.
Queda claro que razones no les faltan a los andaluces para invadir, conquistar e incorporar a su soberanía ese espacio vital (lebensraum) en disputa.
Lo malo es que, posiblemente, si los andaluces se pelearan con los extremeños, los segundos derrotarían a los primeros porque son más austeros, laboriosos y aguerridos.
Además, la inminencia del verano, que por estas tierras aumenta tanto las temperaturas que disuade a sus habitantes de esfuerzos superiores al de abanicarse, es el momento menos oportuno para liarse la manta a la cabeza y andar por ahí, bajo el sol inclemente, expuestos al fuego de las armas extremeñas.
Que los extremeños, pues, se queden con el río, su cuenca, sus peces y sus inundaciones.
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