martes, 4 de noviembre de 2008

NEGRO Y RIZADO

Que me crezca rizado el que he ido perdiendo hasta llegar a la calvicie que hoy luzco, si acuso a la propaganda publicitaria de basarse habitualmente en la mentira.
Pero que me quede sin el poco pelo que conservo si me rebate alguien que la publicidad se sirve con frecuencia de la exageración.
Baso mi teoría en un anuncio del salón Minneapolis de la calle 42 este de esa ciudad de Minnesota, que afirma que el 99 por ciento de la población de los Estados Unidos tiene el pelo rizado.
El anuncio, por lo menos, contradice las teorías de Jablonski e Iyengar sobre la evolución del cabello desde el crespo general de los primeros humanos, que debían protegerse de la violencia de los rayos ultravioleta de la Africa de la que procedían.
Según esa teoría, el cabello afro se fue haciendo lacio para facilitar que los rayos ultravioletas de las regiones septentrionales, menos intensos, llegaran fácilmente a la piel, para contribuir a la elaboración de la vitamina D, imprescindible para el desarrollo óseo.
Admitamos que la proporción de norteamericanos de pelo rizado la exagera deliberadamente el anuncio del salón de Minneapolis por interés comercial, pero cuando el río suena no cabe duda de que lleva agua.
Seamos severos y reduzcamos a la cuarta parte el número de norteamericanos de pelo rizado y dejémoslos en el 22 por ciento de la los 305 millones de habitantes de los Estados Unidos.
Aunque generosos en la rebaja, el resultado es igualmente preocupante porque, según los estudios que el abogado Peter Browne ha realizado en sus ratos libres, todavía no han elegido los norteamericanos presidente del país a ningún compatriota de pelo rizado.
El retrato de Zachary Taylor pintado por William Garl Brown sugiere, pero no confirma, rizos en las patillas del duodécimo presidente de los Estados Unidos, que gobernó de 1849 a 1850.
Por lo que pronostican los sondeos, cuyos resultados solo se equivocan cuando no aciertan, esa injusta discriminación contra los norteamericanos de cabello encrespado tiene sus horas contadas.
Si Barak Obama gana hoy las elecciones, los negros norteamericanos—el 12 por ciento de la población—tendrán el primer presidente de su raza, como acredita la piel del candidato.
El abogado Peter Browne también estará de enhorabuena porque los norteamericanos, por fin, elegirán su primer presidente de pelo rizado. Quien lo dude, que le pida y obtenga permiso para pasar su mano por la cubierta pilosa de su cabeza.
Con la elección de Obama, además de la mayoría de los españoles, el casi trece por ciento de sus compatriotas negros y el 22 por ciento de los de pelaje rizado estarán felices. Que de salud les sirva.

lunes, 3 de noviembre de 2008

USA: LA REVOLUCION PENDIENTE

Si el senador por Illinois Barak Obama consiguiera por lo menos 278 de los 538 votos de compromisarios en las elecciones del día 4 (primer martes después del primer lunes) de Noviembre, será el próximo presidente de los Estados Unidos.
Sería el primero de los 37.334.570 negros de los Estados Unidos, que representan el 12,38 por ciento de la población, que accede a la jefatura del estado.
Su posible elección la anhelan los progresistas ingenuos como una reparación debida a su minoría racial, y proclaman como revolucionaria su llegada a la presidencia.
Pero la verdadera revolución habría sido que Hillary Clinton, a la que Obama derrotó en la disputa por la candidatura del partido demócrata, volviera como inquilina titular a la Casa Blanca, que ya habitó como consorte.
Entre la Clinton y Obama, el principal logro del senador negro es que su revolucionaria elección como miembro de una minoría marginada se ha adelantado a la de Clinton, que forma parte de una mayoría, por ahora incapaz de conseguir igualdad de derechos.
Gracias a su habilidad para sortear los vericuetos parlamentarios, Lyndon Johnson logró lo que su antecesor, John Kennedy, no pudo: establecer la igualdad de derechos para todos norteamericanos, sin distinción de raza.
No ha tenido la misma fortuna la ERA (Equal Rigths Amendment), que desde 1923 intenta, y no consigue, que de la Constitución de los Estados Unidos desaparezca la discriminación contra el 50,3 de su población, las mujeres.
La ERA propone en el primero de sus tres artículos que “la igualdad de derechos reconocidos por las leyes no pueden negarla por razones de sexo los Estados Unidos ni ninguno de sus Estados”.
El segundo artículo autoriza al Congreso a aprobar la legislación adecuada para su cumplimiento y el tercero fija la fecha de entrada en vigor de la enmienda dos años después de su ratificación.
La Enmienda para la Igualdad de Derechos logró en Marzo de 1972 salvar todos los escollos legislativos del Congreso y empezó a correr el plazo para que dos terceras partes (38) de los cincuenta congresos estatales la ratificaran.
Cuando el plazo expiró en 1979, la habían ratificado solamente 35 de los 38 congresos estatales. La enmienda constitucional que hubiera prohibido la discriminación por razón de sexo en Estados Unidos sigue en el letargo.
Ni la legislación sobre derechos civiles ideada por Kennedy e impulsada por Johnson ni la de Igualdad de Derechos que prohíbe la discriminación sexual eran imprescindibles para la elección de Presidente, pero su aprobación o rechazo son síntomas de la actitud de los norteamericanos a su respecto.
La posible elección de Obama es una prueba de que les importa más a los norteamericanos la discriminación racial que la sexual. Antes el negro Obama que la rubia Hillary Rodham Clinton.

domingo, 2 de noviembre de 2008

DIA DE LOS FIELES DIFUNTOS

SONETO PARA ANTES DE LA INHUMACION




Muerden ya mis encías desdentadas
la seca tierra que mi jugo espera.
El que era no soy, soy el que era,
soy un tenue fragmento de la nada.
En limbo de quietudes desoladas,
camposanto de anhelos y quimeras
peregrino sin rumbo ni fronteras
ansiando una imposible madrugada.
Un recuerdo fugaz, quizá mi nombre,
mencionen sin pasión y sin que asombre
al evocar historias del pasado.
Invoco como prueba y por testigo
de mi manso vivir subordinado
no haber ganado premio ni castigo.


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sábado, 1 de noviembre de 2008

VERONICA

Verónica nació en el Hospital Español del Distrito Federal de México.
Ahora, casada y con dos hijos, vive en Lisboa. Está esperando su tercero, mi sexto nieto.
En la ronda de consultas familiares, yo propuse Satanás o Cain como nombre adecuado para el que ha de llegar pero me temo que, como en asuntos de menor enjundia que éste, tampoco me harán caso.
Y acertarán porque, como el tiempo se encargó de demostrar, yo siempre me equivoqué donde mis hijas acertaron.



VERONICA, DEL OTRO LADO DEL MAR


Junto a campos de henequén sembrados,
bajo ceibas de ramas retorcidas,
del cacao y de la miel se hizo vida
un pálpito de anhelos coronado.
En el azul de turquesas engarzado
que el guajolote ensueña cuando anida
Verónica alentó con su venida
ruinas, templos y dioses destronados.
La vida que empezó en la Nueva España,
tan cercana a su estirpe y tan extraña,
en su viejo país brotó esplendente.
El buen Dios generoso la bendijo
y pródigo le dió el mejor presente:
El mágico milagro de sus hijos.

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viernes, 31 de octubre de 2008

ENEMIGOS DEL ESTADO

Si fuera cierto que el Estado somos todos, ¿cómo es posible que el Estado tenga enemigos?
Conviene aclarar esta aparente contradicción para, en caso de que lo tenga, librarnos cuanto antes del enemigo común.
Los que lo dirigen califican de enemigos del Estado a las personas o grupos que, activa y sistemáticamente, lo combaten.
Por lo general no son enemigos del concepto político del Estado, sino de la organización social y coercitiva que lo dirige y que quieren suplantar.
Se trata de reemplazar en el nombre de las calles a los de los prohombres de la estructura social estatal que pretenden derribar.
Pero una vez cambien los nombres y las efigies de los pedestales por las suyas, serán tan convencidos defensores del Estado-concepto como los defenestrados.
Generalmente, esos enemigos del Estado están perfectamente identificados por la burocracia y los cuerpos represivos de la organización estatal amenazada.
El Estado tiene, además, enemigos anónimos: los ciudadanos que, de manera fortuita o deliberada, infringen las leyes de que el Estado se dota para protegerse.
Es tan tupida esa coraza protectora que es imposible que ningún ciudadano no haya transgredido alguna ley alguna vez.
El Estado, consciente de que su supervivencia depende de la observancia de las leyes con que se acoraza, persigue de forma implacable a los infractores particularmente si, al violar alguna norma, privan al Estado de las aportaciones económicas que demanda.
El Estado arguye que recauda fondos de los contribuyentes para poder darles los servicios pactados por sus dirigentes en las campañas electorales: sanidad, educación, protección policial, justicia eficaz, comunicaciones, defensa frente a amenazas exteriores, protección del medio ambiente, etc.
Pero la más perentoria necesidad de todo Estado es pagar la nómina de su burocracia y de sus fuerzas coercitivas. Lo que sobra de esas partidas es lo que revierte a la sociedad como parte de los servicios pactados. El Estado nunca cump'le todo lo que promete.
Sondeos imparciales muestran el descontento de los contribuyentes por los servicios que del Estado esperan, y muchos lo acusan de que solo cumple su función recaudatoria.
Si esa impresión de los contribuyentes se acentúa, los ciudadanos rechazarán que el Estado seamos todos para, a continuación, ver a la estructura social estatal como algo ajeno a sus intereses primero y, finalmente, como una amenaza de la que protegerse.
Ese es el peligro que el Estado corre porque, si los ciudadanos se convencieran de que el Estado es su enemigo, la conclusión del silogismo sería evidente: los que el Estado define como sus enemigos son sus aliados.

jueves, 30 de octubre de 2008

CAMBIO CLIMATICO

No es sabio por viejo sino porque la prudencia lo enseñó a rectificar los errores que cometió a lo largo de su vida.
Como ha vivido tanto y enmendado tantas equivocaciones, sus amigos conocen a Salomón Cabeza Sagaz por Alfonso Décimo.
Es tan sabio que sospecha que el apodo es una chanza y no un elogio.
Y sabe tanto que está convencido de que su sabiduría es insignificante comparada con su ignorancia.
Por eso, cada día se levanta dispuesto a admitir y enmendar un nuevo error.
Salomón, o Alfonso, sabe que el clima no ha dejado de evolucionar desde que el mundo es mundo y que el cambio climático es una perogrullada.
Le consta, por ejemplo, que al conocido como “Período Templado Medieval”, de los siglos X al XIV, siguió el “Período Glacial Parcial” de los siglos XVI al XIX.
El deshielo de los mares circundantes permitió en el siglo X a los vikingos colonizar Groenlandia, cuyo nombre en inglés es Greenland o Tierra Verde.
El último acto de los colonizadores de aquella isla, ahora inhóspita, del que queda constancia escrita, es una boda en la iglesia de Hvalsey, cuyas ruinas se conservan.
Durante el “Período Glacial Parcial”, en 1607 se celebró la primera feria del Támesis, en la que algunos osados londinenses patinaban sobre el río helado. En 1780 se pudo caminar sobre el hielo del puerto de Nueva York desde Manhatan a Staten Island; en 1700, el año de la primera batalla de Narva, se congelaron las desembocaduras del Ródano y el Tajo, y el Cuerno de Oro y el Bósforo sur, en 1622.
La ciencia achaca a oscilaciones de la intensidad de la actividad solar y volcánica los cambios del clima, aunque Ruddiman apunta que el hombre pudo influir en la prolongación de Período Glacial Medieval.
Según su teoría, las epidemias de peste que diezmaron la población del Hemisferio Norte despoblaron mucho terreno que, al quedar baldío, ocuparon los bosques y la reforestación natural resultante elevó el consumo de carbono atmosférico.
Algo así propaga en su campaña Alberto Arnoldo Gore (Cuerno), aspirante el año 2000 a la presidencia de Estados Unidos, derrotado por Jorge Walker (Caminante) Bush (Matorral), pero hasta esta mañana, Salomón Cabeza Sagaz desconfiaba de la teoría de la influencia humana como determinante del cambio climático.
Ha admitido su error al depertar helado, al recorrer su gélido piso y descubrir que una ventana que dejó abierta al acostarse era la causa de la polar temperatura.
La evidencia era tan palpable que está convencido ahora de que fue la influencia humana—su olvido de cerrar la ventana—la causa del cambio del clima del piso.

miércoles, 29 de octubre de 2008

EMIGRANTES

No puede ser la quimera de un paraiso improbable la que impulse a nadie a arriesgar su vida, embarcarse en un cayuco de maderamen mal emsamblado y motor achacoso, para navegar durante diez días por un mar extraño y embravecido.
Si la comida para la travesía es escasa, el agua insuficiente y hay que hacinarse en 30 metros cuadrados con otros 120 ilusos, mucho tiene que atraerlo el sueño que persigue.
O muy insoportable el infierno del que huye.
No los detiene el peligro del mar, la más que posible muerte en la travesía, la dificultad que saben que tendrán para el permiso de trabajo si llegan.
Ni la crisis económica de la que han oído decir que azota Europa los disuade de subir al cayuco o la patera.
Se siguen arriesgando no por llegar a una tierra extraña, sino por huir de la propia.
Vienen de paises en los que una insólita conjunción de los intereses de Estados Unidos y la Unión Soviética, los dos únicos que salieron más fuertes de la segunda guerra mundial que al comenzar la contienda, y los indujo a aunar esfuerzos para acabar con el colonialismo.
El propósito real de las dos superpotencias no era altruista, sino desplazar de sus colonias a las potencias coloniales europeas y sustituir con las suyas sus influencias.
Estados Unidos se escudaba en su romántico orgullo de primer país que se sacudió el yugo colonial europeo, en la guerra de la independencia de Inglaterra, la que más los enorgullece de las innumerables que han librado en sus 230 años de historia.
La Unión Soviética justificaba la ayuda a la independencia en motivos ideológicos: la aversión dialéctica del comunismo al colonialismo y al imperialismo y su devoción a la autodeterminación de los pueblos.
Lograron que pueblos, cuya evolución social y política correspondía a la de la Europa de la Edad Media, se saltaran los pasos intermedios de renacimiento, despotismo ilustrado y revolución industrial y cayeran, como paracaidistas desconcertados, en el sufragio universal.
Se sirvieron de cómplices locales ilustrados para conseguir sus fines y, como premio, los encumbraron como manijeros de sus intereses.
No podía fracasar el intento de los dos colosos y Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda,Portugal y España perdieron sus colonias y, desde entonces, alcanzaron cotas de prosperidad para sus ciudadanos que nunca hasta entonces habían conseguido.
En los nuevos paises independientes, sin embargo, el bienestar de sus pueblos se ha degradado progresivamente y, medio siglo después de su independencia, es menor que cuando los administraban las potencias coloniales.
Si hubiera una única excepción a esa regla general aceptaría feliz mi error y me alegraría de que la independencia haya contribuido a la felicidad de los pueblos antiguamente colonizados.