El que escribió el discurso que pronunció en la Universidad de El Cairo Barak Husein Obama se equivocó en las fechas y, lo que es más grave, en el concepto de tolerancia que predicó el Presidente norteamericano.
Porque el Emirato Independiente de Córdoba se fundó el año 756, evolucionó a Califato en 929 y se fragmentó en Reinos de Taifas en 1031.
Mal podía haber sido contemporáneo a la Inquisición, que la Iglesia estableció para combatir la herejía cátara en 1184 y no llegó a Castilla, a cuyo reino pertenecía Córdoba, hasta 1478.
Pero no fue ese anacronismo el error más grave que su “speechwriter” hizo pronunciar a Obama cuando le escribió el discurso, sino la falacia intelectual, aunque políticamente correcta, de la tolerancia religiosa en la Córdoba musulmana.
Que hubo persecución islámica contra los cristianos del califato y, en menor medida contra los judíos, ningún historiador solvente lo discute. Discrepan, eso sí, en el pretexto que ensangrentó la intolerancia.
Ya por el año 825 se detectaron los primeros síntomas de malestar entre los mozárabes, que eran los cristianos arabizados, por las trabas de los musulmanes para que conservaran su cultura y practicaran su religión: tenían que pagar un impuesto cada vez que asistían a misa en sus iglesias y, fuera del recinto religioso, se les impedía hablar de religión. El proselitismo se castigaba con pena de muerte.
Se gestó un movimiento de rebeldía contra el poder, que se tradujo en lo que algunos llaman brote de integrismo y que se manifestó en que numerosos cristianos desafiaran abiertamente la ley, a sabiendas de que lo pagarían con el martirio.
Fueron los conocidos en Córdoba como los “Santos Mártires” Rodrigo, Salomón, Pedro, Walabonso, Sabiniano, Wistremundo, Abencio, Sisenando y otros, cuyos restos fueron descubiertos siglos más tarde en la Iglesia de San Pedro.
El movimiento integrista cristiano, que se prolongó desde el año 850 al 859, se extinguió con el martirio ejemplarizador de San Eulogio, cuya sabiduría era legendaria en todo el mundo cristiano, y que fue propuesto para ocupar la archidiócesis de Toledo.
La muerte de San Eulogio ahogó en sangre la protesta de los cristianos, que dejaron de manifestar en público sus creencias.
Más o menos, lo que ocurre en los países sometidos ahora al Islam, a los que Obama tiende la mano, y a los que exhortó en El Cairo a imitar la tolerancia religiosa del Califato de Córdoba..
jueves, 4 de junio de 2009
miércoles, 3 de junio de 2009
LEIRE PAJIN, LA CATETA AGRADADORA
Es Leire, como persona,
Una señora discreta.
Mas la Pajin adulona,
De su amo apologeta,
Es una pobre cateta.
He reivindicado y reivindico el derecho a ser envidioso del que, sin culpa, carece de lo que otro tiene sin merecerlo.
Hasta ahora eran los pastores, a los que en aquella desapacible noche belenita se les apareció el Angel para anunciarles la buena nueva que trasformaría el mundo, a los que más envidiaba.
A aquellos pastores envidiados por mí casi los compadezco ahora porque nadie los invitó al desayuno de Europa Press, en el que Leire Pajín hizo un anuncio todavía más trascendental: la providencial conjunción de dos astros que, con un fugaz apretón de manos, trazarán la nueva órbita del Planeta.
Como el “nuncio vobis gaudium magnum” del Angel, Leire Pajín puso sobreaviso a los afortunados desayunantes: “Les sugiero que estén atentos”—los conminó—“al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta”.
Un escalofrío de aprensión estremeció a los periodistas de la Agencia quienes, todavía marcados por el origen confesional de Europa Press, temieron la inminencia apocalíptica de la venida del Anticristo.
Pero la explicable unción con que Leire Pajín continuó los tranquilizó y despertó en ellos esperanzas alborozadas por el augurio de una era de prosperidad inminente, la que comenzará con “la coincidencia de dos liderazgos progresistas a ambos lados del Atlántico”.
No era para menos la solemnidad del anuncio porque Leire Pajín proclamó “una esperanza para muchos seres humanos”.
Redoble de tambor, encendido de cohetes, aleluyas exultantes: José Luis Rodriguez Zapatero y Barak Husein Obama van a coincidir pronto en el mismo edificio, en un mismo salón y, seguramente, hasta se estrecharán las manos.
En comparación con el saludo de Obama a Zapatero, una conversación entre Newton y Einstein sería una nadería, una insignificancia que Alejandro Magno y Hernán Cortés tomaran juntos una copa y un abrazo de San Francisco de Asís y Hitler una pamplina.
Se acabaron las tribulaciones. El Hombre será por fin un ser desinteresado, noble y generoso. Obama y Zapatero, Dios los bendiga, nos darán la paz, el progreso, la amistad ¿y el pleno empleo?
No hay que pedir peras al olmo.
El aguafiestas de siempre:
--Oiga, ¿usted no se toma nada en serio?
A Leire Pajín, como miembra de la raza humana, desde luego que sí. Como profeta política, NO.
Una señora discreta.
Mas la Pajin adulona,
De su amo apologeta,
Es una pobre cateta.
He reivindicado y reivindico el derecho a ser envidioso del que, sin culpa, carece de lo que otro tiene sin merecerlo.
Hasta ahora eran los pastores, a los que en aquella desapacible noche belenita se les apareció el Angel para anunciarles la buena nueva que trasformaría el mundo, a los que más envidiaba.
A aquellos pastores envidiados por mí casi los compadezco ahora porque nadie los invitó al desayuno de Europa Press, en el que Leire Pajín hizo un anuncio todavía más trascendental: la providencial conjunción de dos astros que, con un fugaz apretón de manos, trazarán la nueva órbita del Planeta.
Como el “nuncio vobis gaudium magnum” del Angel, Leire Pajín puso sobreaviso a los afortunados desayunantes: “Les sugiero que estén atentos”—los conminó—“al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta”.
Un escalofrío de aprensión estremeció a los periodistas de la Agencia quienes, todavía marcados por el origen confesional de Europa Press, temieron la inminencia apocalíptica de la venida del Anticristo.
Pero la explicable unción con que Leire Pajín continuó los tranquilizó y despertó en ellos esperanzas alborozadas por el augurio de una era de prosperidad inminente, la que comenzará con “la coincidencia de dos liderazgos progresistas a ambos lados del Atlántico”.
No era para menos la solemnidad del anuncio porque Leire Pajín proclamó “una esperanza para muchos seres humanos”.
Redoble de tambor, encendido de cohetes, aleluyas exultantes: José Luis Rodriguez Zapatero y Barak Husein Obama van a coincidir pronto en el mismo edificio, en un mismo salón y, seguramente, hasta se estrecharán las manos.
En comparación con el saludo de Obama a Zapatero, una conversación entre Newton y Einstein sería una nadería, una insignificancia que Alejandro Magno y Hernán Cortés tomaran juntos una copa y un abrazo de San Francisco de Asís y Hitler una pamplina.
Se acabaron las tribulaciones. El Hombre será por fin un ser desinteresado, noble y generoso. Obama y Zapatero, Dios los bendiga, nos darán la paz, el progreso, la amistad ¿y el pleno empleo?
No hay que pedir peras al olmo.
El aguafiestas de siempre:
--Oiga, ¿usted no se toma nada en serio?
A Leire Pajín, como miembra de la raza humana, desde luego que sí. Como profeta política, NO.
martes, 2 de junio de 2009
LA UTOPIA DE EUROPA
Los europeos, que en su conjunto son unos señores laboriosos, circunspectos y concienzudos, van a ejecutar el triple salto mortal de elegir a sus 732 representantes en el Parlamento Europeo, sin saber para qué los mandan allí.
Si no es toda la verdad, lo es en parte porque mandan a Estrasburgo a los futuros parlamentarios para que no incordien en sus países y, de paso, se ganen un millón de pesetas al mes libres de impuestos, y otras gabelas y prebendas.
Si los que los eligen no saben para qué, los que aspiran al cargo tendrán alguna idea de lo que es la Unión Europea y su Parlamento.
La Unión Europea es una entelequia filosófica y romántica de 27 miembros, evolucionada de la exitosa realidad pragmática que fue el Mercado Común.
Cuando, por haber menos bultos había más claridad, los socios fundadores del Mercado Común acumularon tanta riqueza que siguieron siendo ricos hasta después de compartir sus sobras con Grecia, Portugal y España.
Pero mientras más países de la vieja Europa se suman al núcleo original, más se parece la moderna Unión Europea a la Europa tradicional de disputas y conflictos hegemónicos.
Y, para España, ¿qué es Europa? El nunca bien ponderado Caudillo, el que quiso forjar un Imperio con cartillas de racionamiento, pronunció la feliz frase que algún apologeta debió inspirarle: “España”—dijo—“que tiene sus pies en Europa, tiene su corazón en América”.
Ahí está el problema porque, desde que el indiscreto Colón pregonó que había encontrado nuevas tierras por donde se ponía el sol, el mundo se le hizo demasiado grande a una España de seis millones de habitantes, incapaz de abarcar mucho apretando poco.
Los compromisos austríacos de España en Europa se llevaron la plata que venía de América y el proteccionismo en la metrópolis impidió el desarrollo de las colonias.
Ni cenábamos ni se moría la abuela.
Menos mal que en 1711 los franceses “persuadieron” el rey Felipe V,nieto del de Francia, de que cediera los derechos por los que España se había desangrado en los Paises Bajos. Gracias a Francia, España se libró de la pesadilla de Europa.
Cornudos y apaleados, los españoles no quisieron saber nada de Europa, ni los europeos de España, y solo se entrometieron tangencialmente de la mano desinteresada de Francia. La neutralidad les permitió aprovecharse de la primera guerra y Hitler los dejó fuera de la segunda.
El Mercado Común cerró sus puertas a España porque su régimen les olía a chamusquina, aunque el acuerdo preferencial de 1970 tenía casi todas las ventajas y casi ninguno de los inconvenientes de la adhesión.
Ya como miembros de pleno derecho, los españoles elegirán el domingo 7 de junio a los 50 diputados que le corresponden de los 732 del parlamento. Deberían dedicarse allí a arrancar para su país mejores condiciones económicas, políticas y comerciales.
Pero todos los partidos dicen que los envían para que se esfuercen por la cohesión europea, la paz universal y la solidaridad internacional.
Mandan a los diputados españoles a Estrasburgo a una bella utopía tan descabellada como la de ahogar la herejía luterana, que aniquilo a los tercios en Flandes.
Si no es toda la verdad, lo es en parte porque mandan a Estrasburgo a los futuros parlamentarios para que no incordien en sus países y, de paso, se ganen un millón de pesetas al mes libres de impuestos, y otras gabelas y prebendas.
Si los que los eligen no saben para qué, los que aspiran al cargo tendrán alguna idea de lo que es la Unión Europea y su Parlamento.
La Unión Europea es una entelequia filosófica y romántica de 27 miembros, evolucionada de la exitosa realidad pragmática que fue el Mercado Común.
Cuando, por haber menos bultos había más claridad, los socios fundadores del Mercado Común acumularon tanta riqueza que siguieron siendo ricos hasta después de compartir sus sobras con Grecia, Portugal y España.
Pero mientras más países de la vieja Europa se suman al núcleo original, más se parece la moderna Unión Europea a la Europa tradicional de disputas y conflictos hegemónicos.
Y, para España, ¿qué es Europa? El nunca bien ponderado Caudillo, el que quiso forjar un Imperio con cartillas de racionamiento, pronunció la feliz frase que algún apologeta debió inspirarle: “España”—dijo—“que tiene sus pies en Europa, tiene su corazón en América”.
Ahí está el problema porque, desde que el indiscreto Colón pregonó que había encontrado nuevas tierras por donde se ponía el sol, el mundo se le hizo demasiado grande a una España de seis millones de habitantes, incapaz de abarcar mucho apretando poco.
Los compromisos austríacos de España en Europa se llevaron la plata que venía de América y el proteccionismo en la metrópolis impidió el desarrollo de las colonias.
Ni cenábamos ni se moría la abuela.
Menos mal que en 1711 los franceses “persuadieron” el rey Felipe V,nieto del de Francia, de que cediera los derechos por los que España se había desangrado en los Paises Bajos. Gracias a Francia, España se libró de la pesadilla de Europa.
Cornudos y apaleados, los españoles no quisieron saber nada de Europa, ni los europeos de España, y solo se entrometieron tangencialmente de la mano desinteresada de Francia. La neutralidad les permitió aprovecharse de la primera guerra y Hitler los dejó fuera de la segunda.
El Mercado Común cerró sus puertas a España porque su régimen les olía a chamusquina, aunque el acuerdo preferencial de 1970 tenía casi todas las ventajas y casi ninguno de los inconvenientes de la adhesión.
Ya como miembros de pleno derecho, los españoles elegirán el domingo 7 de junio a los 50 diputados que le corresponden de los 732 del parlamento. Deberían dedicarse allí a arrancar para su país mejores condiciones económicas, políticas y comerciales.
Pero todos los partidos dicen que los envían para que se esfuercen por la cohesión europea, la paz universal y la solidaridad internacional.
Mandan a los diputados españoles a Estrasburgo a una bella utopía tan descabellada como la de ahogar la herejía luterana, que aniquilo a los tercios en Flandes.
lunes, 1 de junio de 2009
AGRADADORES DIGITALES
Un señorito sin agradador es tan inconcebible como un tiburón sin rémora: ambas especies parasitarias viven de los desperdicios de su huésped a cambio de sus servicios.
El agradador habita en todo el mundo y se adapta a todos los climas, aunque se creía endémico de Andalucía porque es donde mejor se ha estudiado su comportamiento y donde más se valora su utilidad.
Solamente la sutiliza de los andaluces sabe apreciar la necesidad de lo superfluo y el agradador, más que necesario, es imprescindible.
A la variedad extraandaluza del agradador se la conoce por “adulador”, que es un agradador instintivo. El agradador, y en eso consiste su singularidad, es un adulador profesional.
En Andalucía, que conserva la virtud de su esencia porque no ha dejado de transformarla desde hace cinco mil años, ningún señorito prudente acometería un negocio, mercantil o sentimental, sin apoyarse en un agradador eficaz.
¿Para qué sirve el agradador?
Supongamos que el señorito se encapricha de una finca y se mete en tratos con el propietario. Para desembolsar lo menos posible en la compra, le hace notar que la tierra es mala.
“¿Mala?”—lo secunda su agradador—“Ese baldío no cría ni jaramagos”.
¿Y si es una mocita la que despierta su capricho? El agradador, imprescindible en el galanteo, jurará a la pretendida que el galán bordea la locura de tanto pensar en ella.
Para ser tiburón o señorito solo se requiere fuerza o dinero. Ser agradador es más complicado porque hacen falta astucia, disposición al servilismo y administrar prudentemente los ditirambos.
Sería imperdonable que cuando el señorito dijera que no tiene lo que el comprador le pide por lo que pretende comprar, el agradador ratificara que solo tiene deudas.
La de agradador sigue siendo una profesión rentable aunque, acorde a la capacidad de la raza andaluza para sobrevivir adaptándose a la evolución, se ha acomodado al medio y hasta se sirve de Internet para ejercer sus habilidades.
Vean, si lo ponen en duda, la cantidad de asentimientos que genera la columna digital de un señorito humanista, navegante, financiero y apóstol de una religión esotérica con supersticiones cristianas, en la que habla de sí mismo y de los elogios que otros le hacen.
El señorito, que sirvió tanto antaño para un roto como pretende servir hogaño para un descosido, no se privó de agradadores ni en la cárcel.
El agradador habita en todo el mundo y se adapta a todos los climas, aunque se creía endémico de Andalucía porque es donde mejor se ha estudiado su comportamiento y donde más se valora su utilidad.
Solamente la sutiliza de los andaluces sabe apreciar la necesidad de lo superfluo y el agradador, más que necesario, es imprescindible.
A la variedad extraandaluza del agradador se la conoce por “adulador”, que es un agradador instintivo. El agradador, y en eso consiste su singularidad, es un adulador profesional.
En Andalucía, que conserva la virtud de su esencia porque no ha dejado de transformarla desde hace cinco mil años, ningún señorito prudente acometería un negocio, mercantil o sentimental, sin apoyarse en un agradador eficaz.
¿Para qué sirve el agradador?
Supongamos que el señorito se encapricha de una finca y se mete en tratos con el propietario. Para desembolsar lo menos posible en la compra, le hace notar que la tierra es mala.
“¿Mala?”—lo secunda su agradador—“Ese baldío no cría ni jaramagos”.
¿Y si es una mocita la que despierta su capricho? El agradador, imprescindible en el galanteo, jurará a la pretendida que el galán bordea la locura de tanto pensar en ella.
Para ser tiburón o señorito solo se requiere fuerza o dinero. Ser agradador es más complicado porque hacen falta astucia, disposición al servilismo y administrar prudentemente los ditirambos.
Sería imperdonable que cuando el señorito dijera que no tiene lo que el comprador le pide por lo que pretende comprar, el agradador ratificara que solo tiene deudas.
La de agradador sigue siendo una profesión rentable aunque, acorde a la capacidad de la raza andaluza para sobrevivir adaptándose a la evolución, se ha acomodado al medio y hasta se sirve de Internet para ejercer sus habilidades.
Vean, si lo ponen en duda, la cantidad de asentimientos que genera la columna digital de un señorito humanista, navegante, financiero y apóstol de una religión esotérica con supersticiones cristianas, en la que habla de sí mismo y de los elogios que otros le hacen.
El señorito, que sirvió tanto antaño para un roto como pretende servir hogaño para un descosido, no se privó de agradadores ni en la cárcel.
viernes, 29 de mayo de 2009
AGUIRRE, OBSTACULO PARA LA IGUALDAD
Esta derecha mesetaria adusta y funcional es incapaz de captar la noble intención del movimiento sindical cuando centra sus desvelos en librar a Madrid de la “madre abadesa de un convento ultraliberal”, llamada Esperanza Aguirre.
Ha sido el dirigente del sindicato socialista UGT José Ricardo Martínez el que concedió la dignidad abacial a la Presidenta de la Comunidad de Madrid cuando proclamó la intención de montarle una huelga general si no acata lo que los sindicatos le exigen que haga.
El florido progresista Juan Fernando López Aguilar, con la facundia caribeña de su oratoria, habría aplaudido la cruzada de los sindicalistas contra “la derecha energuménica”.
Pero la candorosa Aguirre, que acepta el valor de las palabras por lo que los sagaces ugetistas y los comunistas de comisiones obreras dicen, y no por lo que esconden, se extraña de que la huelga general con que la amenazan no se la monten al Presidente socialista del Gobierno de España, donde el paro es cuatro puntos más elevado que en Madrid.
Esa interpretación de las intenciones de Martínez y de sus compinches sindicales evidencia la incapacidad de la sobriedad castellana para captar la sinuosa ductilidad del lenguaje de la izquierda.
Está Esperanza Aguirre en la fase inicial de la especie humana de usar la palabra para definir lo que se piensa, mientras que sus adversarios izquierdistas ya han evolucionado hasta manejar el lenguaje para ocultar el pensamiento.
Por mi origen social debería ser izquierdista, aunque mi debilidad por la libertad me encasille en la derecha. Me considero, pues, intermediario eficaz entre una mente aristocráticamente cartesiana y las sutilezas del amagar y no dar dialéctico de la izquierda popular:
Sustituir a la ultraliberal Aguirre por un correligionario progresista no es el objetivo político de Martínez, sino un medio para alcanzar la meta ideológica de la Igualdad.
Porque si la igualdad es en teoría el derecho a un trato idéntico entre todas las personas, la desigualdad, que es su antónimo, es el urticante que irrita la mansedumbre política del desfavorecido.
Que Esperanza Aguirre eche una ojeada a los datos de la última encuesta de población activa y comprenderá por qué los sindicatos quieren quitarla de en medio: el paro en Madrid es cuatro puntos menor que la media de España, 10,5 puntos inferior al de Andalucía y ocho puntos menos que en Extremadura.
Está visto que el gobierno de Rodríguez, correligionario ideológico de los dirigentes sindicales, es incapaz de gestionar una política que aumente el empleo en el resto de España.
A Esperanza Aguirre le toca, pues, hacer algo para que los españoles de todas las regiones sean iguales: o sigue al pié de la letra y sin rechistar las directrices del gobierno de Rodríguez, o se resigna a perder la Presidencia de Madrid para que un socialista aumente el desempleo y lo homologue al del resto de España.
Ha sido el dirigente del sindicato socialista UGT José Ricardo Martínez el que concedió la dignidad abacial a la Presidenta de la Comunidad de Madrid cuando proclamó la intención de montarle una huelga general si no acata lo que los sindicatos le exigen que haga.
El florido progresista Juan Fernando López Aguilar, con la facundia caribeña de su oratoria, habría aplaudido la cruzada de los sindicalistas contra “la derecha energuménica”.
Pero la candorosa Aguirre, que acepta el valor de las palabras por lo que los sagaces ugetistas y los comunistas de comisiones obreras dicen, y no por lo que esconden, se extraña de que la huelga general con que la amenazan no se la monten al Presidente socialista del Gobierno de España, donde el paro es cuatro puntos más elevado que en Madrid.
Esa interpretación de las intenciones de Martínez y de sus compinches sindicales evidencia la incapacidad de la sobriedad castellana para captar la sinuosa ductilidad del lenguaje de la izquierda.
Está Esperanza Aguirre en la fase inicial de la especie humana de usar la palabra para definir lo que se piensa, mientras que sus adversarios izquierdistas ya han evolucionado hasta manejar el lenguaje para ocultar el pensamiento.
Por mi origen social debería ser izquierdista, aunque mi debilidad por la libertad me encasille en la derecha. Me considero, pues, intermediario eficaz entre una mente aristocráticamente cartesiana y las sutilezas del amagar y no dar dialéctico de la izquierda popular:
Sustituir a la ultraliberal Aguirre por un correligionario progresista no es el objetivo político de Martínez, sino un medio para alcanzar la meta ideológica de la Igualdad.
Porque si la igualdad es en teoría el derecho a un trato idéntico entre todas las personas, la desigualdad, que es su antónimo, es el urticante que irrita la mansedumbre política del desfavorecido.
Que Esperanza Aguirre eche una ojeada a los datos de la última encuesta de población activa y comprenderá por qué los sindicatos quieren quitarla de en medio: el paro en Madrid es cuatro puntos menor que la media de España, 10,5 puntos inferior al de Andalucía y ocho puntos menos que en Extremadura.
Está visto que el gobierno de Rodríguez, correligionario ideológico de los dirigentes sindicales, es incapaz de gestionar una política que aumente el empleo en el resto de España.
A Esperanza Aguirre le toca, pues, hacer algo para que los españoles de todas las regiones sean iguales: o sigue al pié de la letra y sin rechistar las directrices del gobierno de Rodríguez, o se resigna a perder la Presidencia de Madrid para que un socialista aumente el desempleo y lo homologue al del resto de España.
jueves, 28 de mayo de 2009
ANDALUCIA SALVA A ESPAÑA
Depende de los andaluces que España genere anticuerpos que la libren durante muchos años de dolencias izquierdistas.
Si están dispuestos a sacrificarse por el bien de la nacion, lo mejor que pueden hacer es votar al Partido Socialista para que el PSOE siga gobernando en Andalucía.
El Presidente Rodríguez no se ha percatado todavía porque es inocente, pero de Andalucía le han llegado andanadas víricas cada vez más dañinas que podrían ser letales para el zapaterato.
Magdalena Alvarez es el nombre que los científicos dieron a la variedad vírica que provocó los primeros espasmos febriles al sólido organismo electoral de Rodríguez.
Aunque una oportuna remodelación ministerial mitigó la malevolencia del virus, otro que había permanecido inerte se reactivó y sus síntomas amenazan con obligar al zapaterato a guardar cama.
El nombre de ese virus, cuya característica diferencial es la incontinencia verbal aparentemente insustancial, lo identificó el “Research Medical Center” de Duluth (Minnesota) como Bibiana Aido.
Los investigadores han señalado que el vigor de su inmadurez vital convierte al virus Bibiana en particularmente impredecible y perjudicial.
El virus identificado como Manuel Chaves, que ya se manifestó durante el Felipato, afectó durante los últimos años a Andalucía, donde su acción quedó contenida por los límites fronterizos de esa Comunidad.
Los que trataron sus efectos dicen que se manifestaron en un incremento del nepotismo, el caciquismo y la contaminación social a través del subsidio universal.
En Semana Santa saltó a toda España desde el ámbito andaluz en el que estaba enquistado, y ya suenan ensordecedoras alarmas por miedo a que las dolencias que provocó en Andalucía se extiendan por todo el territorio nacional.
Gran servicio el que Andalucía le está prestando a España porque los agentes patógenos que de allí llegan cubren una gama tan amplia que los españoles desarrollarán una autodefensa que los hará inmunes a todo contagio izquierdista.
Al cándido Presidente Rodríguez, que importa de Andalucía especímenes que cree fecundos para perpetuar su zapaterato, tendrían que erigirle los españoles del futuro una estatua, por hacerlos invulnerables a la plaga del izquierdismo.
Si están dispuestos a sacrificarse por el bien de la nacion, lo mejor que pueden hacer es votar al Partido Socialista para que el PSOE siga gobernando en Andalucía.
El Presidente Rodríguez no se ha percatado todavía porque es inocente, pero de Andalucía le han llegado andanadas víricas cada vez más dañinas que podrían ser letales para el zapaterato.
Magdalena Alvarez es el nombre que los científicos dieron a la variedad vírica que provocó los primeros espasmos febriles al sólido organismo electoral de Rodríguez.
Aunque una oportuna remodelación ministerial mitigó la malevolencia del virus, otro que había permanecido inerte se reactivó y sus síntomas amenazan con obligar al zapaterato a guardar cama.
El nombre de ese virus, cuya característica diferencial es la incontinencia verbal aparentemente insustancial, lo identificó el “Research Medical Center” de Duluth (Minnesota) como Bibiana Aido.
Los investigadores han señalado que el vigor de su inmadurez vital convierte al virus Bibiana en particularmente impredecible y perjudicial.
El virus identificado como Manuel Chaves, que ya se manifestó durante el Felipato, afectó durante los últimos años a Andalucía, donde su acción quedó contenida por los límites fronterizos de esa Comunidad.
Los que trataron sus efectos dicen que se manifestaron en un incremento del nepotismo, el caciquismo y la contaminación social a través del subsidio universal.
En Semana Santa saltó a toda España desde el ámbito andaluz en el que estaba enquistado, y ya suenan ensordecedoras alarmas por miedo a que las dolencias que provocó en Andalucía se extiendan por todo el territorio nacional.
Gran servicio el que Andalucía le está prestando a España porque los agentes patógenos que de allí llegan cubren una gama tan amplia que los españoles desarrollarán una autodefensa que los hará inmunes a todo contagio izquierdista.
Al cándido Presidente Rodríguez, que importa de Andalucía especímenes que cree fecundos para perpetuar su zapaterato, tendrían que erigirle los españoles del futuro una estatua, por hacerlos invulnerables a la plaga del izquierdismo.
martes, 26 de mayo de 2009
NOSTALGIA DE FRANCO Y DE SU UTIL FRANQUISMO
Una de las peculiaridades de esa equilibrada suma de imperfecciones que es el ser humano es su incapacidad de apreciar lo que ha perdido hasta que ya no puede recuperarlo.
El menosprecio de lo que tiene y la ambición de lo que carece hacen del hombre un insatisfecho crónico.
Cuando logra finalmente lo que tanto anhelaba y lo compara con lo que renunció al conseguirlo, sospecha que no valió la pena el trueque.
El implacable paso del tiempo no mitiga la añoranza, sino que la exacerba. Lo que parecía intolerable, el tiempo lo reduce a desagradable y, lo que la inmediatez le impedía valorar, la lejanía lo mitifica como insustituible.
Treinta y cuatro largos años han pasado ya desde que España se quedó sin Franco y los españoles sin la coartada del franquismo, por lo que es inevitable la nostalgia del cobijo que perdieron y el desasosiego por el amparo que les falta.
Que no se alborocen los que crean que abogo por la dictadura ni se alboroten los que sospechen que quiero denigrar la democracia.
Solo pretendo analizar por qué roe el gusano del desánimo a los que deberían suspirar de alivio por la liquidación de la dictadura.
Dichosa edad la de Franco y el franquismo, en la que los españoles, privados de su derecho a decidir quién los gobernara, descargaban sus tribulaciones en la oportuna culpabilidad del dictador y de su régimen.
Habían inventado el detergente para sus conciencias que los judíos ya usaban miles de años antes: el cabrito que el rabino, tras la ceremonia en la que lo declaraba culpable de todos los pecados del pueblo de Israel, lo abandonaba en el desierto como sacrificio a Azazel, el demonio.
Como todas, la sociedad democrática española actual necesita también un chivo expiatorio, testaferro de sus propias culpas, y ha encontrado un sucedáneo de Franco y del franquismo: el gobierno.
Pero su eficacia redentora es limitada porque requiere un esfuerzo de amnesia colectiva permanente para ignorar que, a quienes los gobiernan, los han elegido quienes se quejan de sus desaguisados.
Era mejor Franco, porque gobernaba contra los españoles y no gracias a los españoles que no lo habían encumbrado,y a los que ni siquiera les pedía su aquiescencia.
De los gobernantes por elección democrática, además, solo cabe esperar que, cuando cambien, su sucesor sea algo menos malo.
En la Dictadura, la esperanza imprimía ritmo de vals a todos los corazones porque ¿quién no presentia la dicha insoportable que traería la democracia?
Una parte de los españoles buscan en José María Aznar un suplente de Franco, pero no da la talla. Perejil y el barco hospital enviado a Irak son ridiculeces comparadas con el gusto por el aroma de la pólvora que enardecía al Caudillo.
Descartada la idoneidad de Aznar como chivo expiatorio, justificada queda la nostalgia de Franco, la utilidad del franquismo y la acuciante necesidad de encontrar un culpable de todas las ineptitudes de los españoles.
El menosprecio de lo que tiene y la ambición de lo que carece hacen del hombre un insatisfecho crónico.
Cuando logra finalmente lo que tanto anhelaba y lo compara con lo que renunció al conseguirlo, sospecha que no valió la pena el trueque.
El implacable paso del tiempo no mitiga la añoranza, sino que la exacerba. Lo que parecía intolerable, el tiempo lo reduce a desagradable y, lo que la inmediatez le impedía valorar, la lejanía lo mitifica como insustituible.
Treinta y cuatro largos años han pasado ya desde que España se quedó sin Franco y los españoles sin la coartada del franquismo, por lo que es inevitable la nostalgia del cobijo que perdieron y el desasosiego por el amparo que les falta.
Que no se alborocen los que crean que abogo por la dictadura ni se alboroten los que sospechen que quiero denigrar la democracia.
Solo pretendo analizar por qué roe el gusano del desánimo a los que deberían suspirar de alivio por la liquidación de la dictadura.
Dichosa edad la de Franco y el franquismo, en la que los españoles, privados de su derecho a decidir quién los gobernara, descargaban sus tribulaciones en la oportuna culpabilidad del dictador y de su régimen.
Habían inventado el detergente para sus conciencias que los judíos ya usaban miles de años antes: el cabrito que el rabino, tras la ceremonia en la que lo declaraba culpable de todos los pecados del pueblo de Israel, lo abandonaba en el desierto como sacrificio a Azazel, el demonio.
Como todas, la sociedad democrática española actual necesita también un chivo expiatorio, testaferro de sus propias culpas, y ha encontrado un sucedáneo de Franco y del franquismo: el gobierno.
Pero su eficacia redentora es limitada porque requiere un esfuerzo de amnesia colectiva permanente para ignorar que, a quienes los gobiernan, los han elegido quienes se quejan de sus desaguisados.
Era mejor Franco, porque gobernaba contra los españoles y no gracias a los españoles que no lo habían encumbrado,y a los que ni siquiera les pedía su aquiescencia.
De los gobernantes por elección democrática, además, solo cabe esperar que, cuando cambien, su sucesor sea algo menos malo.
En la Dictadura, la esperanza imprimía ritmo de vals a todos los corazones porque ¿quién no presentia la dicha insoportable que traería la democracia?
Una parte de los españoles buscan en José María Aznar un suplente de Franco, pero no da la talla. Perejil y el barco hospital enviado a Irak son ridiculeces comparadas con el gusto por el aroma de la pólvora que enardecía al Caudillo.
Descartada la idoneidad de Aznar como chivo expiatorio, justificada queda la nostalgia de Franco, la utilidad del franquismo y la acuciante necesidad de encontrar un culpable de todas las ineptitudes de los españoles.
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