lunes, 1 de febrero de 2016

TIERRA DE MITOS


Esta cosa en irrefrenable proceso de evanescencia que es España será dentro de no demasiado tiempo un mito, una fábula sustentada por ensoñaciones ilusorias para ocultar una realidad ramplona.
En lo que hasta ahora se conoce por España vivieron neandertales mitológicos pero hace unos diez mil años, al finalizar la última glaciación, llegaron por el congelado estrecho de Gibraltar unos africanos que se mezclaron con los neandertales nativos, de los que se conserva el 10 por ciento de los genes en la población actual.
Desde siempre unas pateras tan frágiles como las de ahora, acarrearon al sur de la vieja España cheljas rifeños que se asentaron por aquí, y que formaron la cabeza de playa para los cheljas (no árabes) de los que se conoce como la invasión de 711, puede que capitaneada por Tarik.
Por aquí no aparecieron árabes hasta que algunos fugitivos Omeyas llegaron huyendo desde Damasco, pasado el año 750.
¿Cómo pudieron derrotar unos desharrapados cheljas a un potente ejército como el visigodo de Don Rodrigo?
Porque los bárbaron se habían aclimatado tan bien a España que ya habían adquirido las virtudes españolas del oportunismo, la traición y el vendepatrismo.
La España visigoda ya estaba enfrentada por aquél entonces entre los cristianos trtinitarios (Padre, Hijo y Espiritu Santo) ortodoxos, y los unitarios (un solo Dios), que predicaba el arriano Prisciliano, el que ocupa realmente el sepulcro que oficialmente se acredita a Santiago,en Compostela.
Los prisicilianenses encontraron en los musulmanes (“no hay más Dios que Dios”) unos aliados dogmáticos que pudieron debilitar a la fuerza visigoda de Don Rodrigo, al que se las tenía jurada el conde Don Julián de Ceuta porque había mancillado la honra de su hija, la Cava, sin reparar con el mattimonio la coyunda.
Lo que, ocho siglos después de eso aconteció, demostró que el tiempo había pasado, pero no el carácter de los españoles:
 A los Reyes Católicos les salieron por la culata los tiros ideados para que las monarquías europeas se aliaran con la española gracias al casamiento de sus  hijas, y la cosa terminó en que los españoles acabaron pagando el pato por los conflictos de las monarquías europeas con las que sus hijas se habían casado.
Cuando se extinguieron los Austria y los sucedieron los borbones, los españoles pasaron de mamporreros de los austrias a alcahuetas de los franceses.
Y en esas seguimos: ahora, unos se empecinan en someterse a Bruselas y otros en sacarles las castañas del fuego a iraníes y venezolanos.
¿Y España? Un mito, una leyenda, la pesadilla borrascosa de una eterna noche atormentada

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