martes, 12 de abril de 2016

EL PODER

Hay gente que es lo que es sin percatarse de que lo son hasta que un diagnóstico médico o un título académico certifican que son lo que ignoraban que eran.
Por ejemplo, el periodista.
Hay personas normales y decentes a las que les gusta leer los periódicos, ver los telediarios o escuchar por radio las noticias.
Hasta que un día lee en el periódico “Pueblo” que la Escuela de Periodismo convoca exámenes de ingreso para estudiar periodismo.
 Se va a Madrid, se presenta al examen, lo aprueba, se tira los años más excitantes de su vida hasta entonces, sólo superados después por los que se dedicó a ejercer el periodismo y le pagaran por eso.
Antes de que leyera en Pueblo el anuncio que cambió su vida,  era insaciable por saber lo que desconocía, e irrefrenable su acuciante necesidad de contárselo a mientras más gente mejor.
Era periodista sin saber que lo era.
La Escuela de Periodismo le sirvió para recibir un título académico que acreditara que era periodista y para fomentar el corporativismo de clase, que consiste en defender al compañero periodista si su defensa lo beneficia.
Pero, ¿cómo llega a periodista el que ya lo era desde que nació?
Exactamente igual que el aprendiz de zapatero se hace zapatero.Aprendiendo a usar la chaveta y a untar con cerote los hilos con los que cosen los zapatos.
Así que periodista no es necesariamente el licenciado en periodismo, sino el que tiene más necesidad de contar lo que sabe que curiosidad por saber lo que desconoce, y sabe utilizar trucos para saber lo que ignora y aprende técnicas para despertar la curiosidad del mayor número posible de los hasta entonces abúlicos.
Sólo del esotérico oficio de político se discute tanto como del oficio de periodista, sus privilegios y sus límites. No es casual: del escrutinio de los políticos sobreviven preferentemente los periodistas.
Tan simbiótica ha sido esa relación aparentemente opuesta, que los políticos comen gracias a lo que los periodistas publican y los periodistas viven opíparamente de lo que de los políticos ensalzan o critican.
Como la del fuego que quema lo que el agua hace brotar, la relación entre políticos y periodistas es una interdependencia de opuestos. Los políticos sobreviven gracias a la discreción en la que encubran sus intenciones y los periodistas de su habilidad para sacar a la luz lo oculto.
Es la lucha por el poder que, en su obra “The kingdom and the power” describe Gay Talese, la relación entre el Poder de la Administración y el Poder de la prensa, representada por el más poderoso periódico, “The New York Times”.
En su último libro, “El motel del Voyeur”, Talese cuenta la historia del matrimonio que montó un lujoso establecimiento hotelero en Colorado al que equipó con sistemas de espionaje tan eficaces y discretos en todas las habitaciones que les permitían observar las cochinadas que, en su falsa intimidad, hacían inquilinos y/o inquilinas.
Ignoro si el matrimonio espía solo gozaban al contemplar lo que su ingenio les permitía saber, o daban a su gozo el aliciente añadido de chantajear a los espiados con la amenaza de descubrir lo oculto.

Rentabilizaran o no su invento, el espionaje les daba poder, la moneda que compra para los que lo usufructúan el manejo del Estado, la prensa, el dinero o los individuos.

No hay comentarios: