lunes, 15 de mayo de 2017

NUESTRO MACRON



Ese iluso contumaz que es el hombre que aparenta ser hombre, la mujer que aparenta ser mujer, los que sienten como hombres y aparentemente son mujeres, y los que sienten como mujeres y aparentemente son hombres, coinciden en que el futuro será diferente del presente.
¿Por qué?
¿Porque se adaptará cada uno de ellos a lo que los diferencia de los demás o porque los demás se adaptarán a la forma de ser de ellos?
Más lógico sería lo primero, pero más cómodo lo segundo.
Pero, como el que se siente diferente de la mayoría está convencido de que los raros son los demás y ellos los normales, se echan una revolución para que los otros hagan, digan y piensen lo que ellos piensan digan y hagan.
Algo así está pasando con ese alumno permanente de su mujer, que es el nuevo presidente de Francia.
Mire usted que Francia está lejos de España…
Pues no hay español—individuo arregostado a que otros solucionen sus problemas personales—que no confíe en que el Presidente francés Macrón le resuelva los contratiempos que como español lo agobian.
¿Y eso cómo se arregla?
Malamente.
Porque cuando medio mundo de entonces llegó a la conclusión de que cada uno debe responsabilizarse de resolver el principal desafío de entonces, la salvación de su propia alma, los españoles cedieron esa tarea personal a la jerarquía eclesiástica.
El que obedece y no decide por si mismo nunca se equivoca.
Lo hace el que decida por él y al que sufre las consecuencias le queda el consuelo de protestar y culpar al que voluntariamente obedeció.

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