En sus raptos de
ensoñación creativa, los poetas dicen lo que imaginan cuando contemplan lo que
ven.
Como mi Susana
Diaz, que al ver como es esta España a la que pretende amamantar, ha imaginado
“un modelo territorial que garantice cohesión e igualdad”.
Todo el que
tenga dos dedos de frente sabe que cohesión e igualdad son conceptos aplicables
a un ajuste coyuntural, reajustable a medida que la sociedad, en permanente
transformación, evolucione.
¿Y cómo
pretende Susana garantizar la igualdad imposible entre 50 millones de españoles
cada uno de ellos en constante evolución en gustos, costumbres y deseos?
¿Cuánto tiempo
tardará en que se pierda la igualdad, impuesta por el decreto, en que unos
españoles vivan mejor que los otros?
¿Cada cuanto
tiempo habrá que igualar a todos a los que, por su suerte, esfuerzo, preparación
y capacidad de invertir los excedentes de su salario, haya que rebajarlos para
igualarlos y equiparar su bienestar al malestar de los que gastaron más de lo
que tenían?
Los
igualitarismos forzados como Susana predica nunca tuvieron buen final.
Los
perjudicados por el igualitarismo forzoso acabaron en campos de concentración
con crematorios en el Tercer Reich, en Gulags permanentes en la Union Soviética
de Stalin, hambrientos todos los cubanos no castristas.
Todos ellos
regímenes como en el que podría desembocar el sistema que apadrina Susana Diaz.
Todo ellos
tienen una característica común: predicban la igualdad y castigan la libertad.
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