Aquí el que no
comente lo del debate de los dos candidatos y una candidata socialistas a
mandamases de su partido no es comentarista. Ni siquiera es humano, categoría
que también engloba, aunque por los pelos, a los que se dedican a comentar lo
que ignoran (ignoramos).
Servidor, que
tiene más interés en ver cómo los indios y los vaqueros se matan, vio en un
noticiero lo bastante como para poder enjuiciar todo el debate.
Se trataba de
una frase de Pedro Sánchez en la que
anunciaba que, si lo hacían secretario general socialista, su primera medida
sería exigir la dimisión de Rajoy.
Por esa ley de
probabilidades que solo falla cuando no acierta, un observador distraído de la
cosa pública en España puede pronosticar sin miedo a errar que esa exigencia
que Sánchez viene repitiendo cuando era secretario general, cuando lo echaron
del cargo y cuando lo recupere, si es que lo recupera, tendrá resultado
idéntico.
Porque Rajoy,
que aunque parezca tonto no lo es, sabe por experiencia que el mejor remedio
contra el vicio de pedir es la virtud de no dar.
Soy tan reacio
a dar consejos a otros como rebelde a aceptar los que otros me den sin
habérselos solicitado.
Pero a Pedro
Sánchez, del que admiro su empecinamiento en recaer en el error, le quiero
advertir para que no se equivoque:
Si Mariano
Rajoy hizo oidos sordos a sus reiteradas exigencias del pasado para que dimita,
también lo hará en las que anuncia para un futuro improbable.
Así que, en el
caso de que lo repongan en su cargo perdido, que no pierda el tiempo en el
futuro como ya lo perdió en el pasado.
Porque el
tiempo que los dioses dan al hombre con generosa prodigalidad se lo conceden
para que no lo derroche en gilipolleces.
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