martes, 11 de julio de 2017

LA COSTILLA



Hasta en la provecta edad en la que uno se cree que lo sabe todo se puede aprender lo que hasta entonces ignoraba o, lo que es peor, estaba convencido de que algo era lo que no era.
Por ejemplo, eso que tanto se oye en televisión y radio: problemática.
Con toda la buena fe, hasta hoy suponía que problemática era la díscola y rebelde de una bandada de hermanas, todas menos ella dóciles y sumisas.
Nada más lógico: la problemática era la que creaba conflictos y rencores en la apacible hermandad.
Pues no señor, nada que ver con la cabra loca.
Se quiere englobar en la palabra problemática al conjunto de contratiempos y sus derivados que convierten en anómala una situación normal.
Pero, además, la suplantación del masculino problema por el femenino problemática responde a la campaña judeomasónica orquestada para entronizar al género femenino después de destronar al género masculino.
Como si no tuviéramos claro el hecho incontestable de la superioridad de la mujer sobre el hombre.
Fue Lilith, la mujer hecha de barro como Adan, la que rompió aquel matrimonio urdido por   Dios, para irse de pingos pardos a meterle tachito al marido abandonado.
Tuvo el mismo Dios que quitarle una costilla a Adan para, con esa materia prima como base, fabricar a Eva, la segunda mujer del primer hombre que en ese segundo matrimonio, se casó realmente con su costilla.
La “costilla” que en el lenguaje chamberilero del Madrid zarzuelero era como el mocito de gorra chulesca se refería a su prójima.

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