Si la ignorancia fuera garantía
de felicidad, pocos pueblos serían tan felices como el pueblo español.
Y es que, más que ignorar lo que
envidian y quisieran imitar, desconocen lo que tienen y que a otros pueblos les
falta.
Y eso no tiene remedio, por muchos
paquetes turísticos que compren para recorrer una docena de países en una
semana.
Hasta que no sienta como propios
los problemas de sus nativos no conoce nadie el país al que, de vuelta a
España, presume de haber conocido tanto que puede compararlo con ventaja para el
país extranjero sobre el país del que salió y volvió.
¿Hay muchos en los que, como en
España, un nativo o forastero pueda vivir durante años sin trabajar, y adquiriendo con una pensión
estatal lo imprescindible para seguir vivo?
¿Y si, sin previo aviso, te
despatarraras de dolor por la zona de las ingles?
Mejor que eso te ocurra en España
donde la Seguridad Social te traslada en ambulancia al hospital donde te
internan, operan y remiendan y hasta te ponen buena cara.
Que no te ocurra fuera de España,
ni siquiera en el país al que más envidias por la calidad de su sistema estatal
de salud.
O vete a alguno en el que, como
estás de vacaciones, te apetece comerte unos humildes huevos con salchichas a
las nueve de la noche.
Como no te vuelvas a España por
Internet, esa noche duermes en ayunas.
Se lo dice un fulano que ha
pasado por un ciento de países y ha vivido en tres o cuatro de ellos.
Sin patriotismo (nunca moriría
por mi patria ni, seguramente mataría por ella), que de aquí no me muevan.
Aunque me digan que, para el
jueves, se prevén 46 grados de temperatura.
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