“Cuando des limosna”—recomendó Jesucristo en el Sermón de la Montaña—“que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”.
Para un cristiano, que según el catecismo de mi época es “quien profesa la fe en Cristo que recibió en el bautismo”, la recomendación está clara: quiere decir que el que de limosna no debe alardear de que lo hace.
Pero ¿si el que da al que no tiene no fuera cristiano,se le podría culpar de interpretar erróneamente a Cristo?
Y, si además de no cristiano fuera político, ¿no sería lógico que atribuyera un sentido ideológico a eso de las manos derechas o izquierdas?
Si fuera un político izquierdista, podría suponer que lo que Cristo recomendó es que, a los de derechas, ni un soplo en un ojo.
El político de derechas, evidentemente, creería lo contrario, aunque la confusión en ese caso sería poco probable porque, dicen, los políticos de derechas son todos cristianos.
Esa teoría del desconcierto político-religioso como explicación del episodio que ABC de Sevilla relata en su edición del miércoles 4 de Febrero es una insensatez pero, como ha sido a mí a quien se le ha ocurrido, me parece ingeniosa y menos malévola que la del favoritismo de unos funcionarios con sus correligionarios, en perjuicio de sus paisanos.
El episodio, trazado con brocha gorda, consiste en que una partida de 836.526 euros asignados a la Delegación para la Cooperación al Desarrollo del Ayuntamiento de Sevilla para el ejercicio de 2008 ha ido a parar a Cuba, Nicaragua y a organizaciones del Partido Comunista de Colombia.
Señala la información a los comunistas miembros de Izquierda Unida Antonio Rodrigo Torrijo y López Adán como lo hábiles muñidores que apadrinaron la modificación presupuestaria que, a espaldas del concejal socialista Alberto Moriñas tenía presupuestada su Delegación de Cooperación al Desarrollo.
Gracias a Torrijo y Adan, la dictadura de los Castros ha recibido el regalo sevillano de 534.835 euros: 38.733 de ellos para que compren ordenadores, 64.881 para un incinerador de restos de ataúdes, 186.389 para contenedores de residuos urbanos y otras partidas para equipos informáticos o restauraciones monumentales.
Meritorio es solucionar necesidades ajenas, y heroico si se hace a costa de las propias. Que se haga con dinero que no es de uno no hace al caso.
A propósito: a 89 kilómetros de Sevilla, en el ambulatorio de Palma del Rio, cuando pedí agua para tomarme un analgésico que el médico de guardia me había recetado, se excusaron porque no tenían vasos desechables.
Tuve que desplazarme por mis propios medios 53 kilómetros hasta Córdoba para que me hicieran la radiografía que ordenó el médico. El ambulatorio tenía el instrumental, pero sin personal que lo manejara.
--“Pues así”,--bromeé a un empleado amigo--"el aparato llegará a la obsolescencia sin que se haya estrenado".
--¿A la obso le qué?
--Que cuando contraten a quien lo maneje ya será demasiado anticuado para que sirva.
--“Si es que alguna vez”—concedió mi entusiasta amigo—“tienen dinero para contratar a alguien”.
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