miércoles, 28 de octubre de 2009

EL MERITO DE MARIANO RAJOY

Si una portentosa conjunción astral empujara a la ahora enfrentada Humanidad a una afectuosa Alianza de Civilizaciones que garantizara la fraternidad perpetua, causaría menos asombro que el acceso de Mariano Rajoy a la presidencia del gobierno de España.
Pero si ese prodigio improbable fuera posible gracias a un milagro inaudito, el casi desahuciado sistema político español habría alcanzado la perfección de la Democracia: conjuntar en el mismo bando poder y oposición sin necesidad de Dictadura.
Rajoy, aunque los escépticos se resistan a admitirlo, está al borde de lograr la perfección, como lo demuestra al desbaratar un partido político, como el Popular, que heredó sólidamente conjuntado.
¿Qué queda ahora, cinco años después de que José María Aznar le encargara la administración del Partido Popular que con tanto empeño unió después de que Antonio Hernández Mancha lo despedazara?
Taifas dispersas sin necesidad de adversario porque les parece más rentable combatir y vencer al aliado que al contrincante.
Y lo mejor de todo es que esa misión imposible en apariencia la ha logrado Mariano Rajoy con una mano en la cadera, sin esfuerzo visible.
Su secreto, la impavidez estatuaria del que ni siente ni padece y está por encima del bien y del mal: Il dolce far niente, el placentero no hacer nada tan propio del hombre de reflexión como ajeno al de acción.
Admirable Mariano Rajoy, que por un error del Destino ha caído en un partido político equivocado: si en lugar de mandar (es un decir) en el Partido Popular, hubiera estado al frente del Partido Socialista, el partido que heredó de Aznar estaría mejor y, seguramente, también los españoles, parados incluidos.

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