Aunque solo vaya como comparsa, el secretario de estado para Iberoamérica Juan Pablo de Laiglesia serviría mejor loa intereses de España absteniéndose que participando en la misión americana que mediará en la disputa interna de Honduras.
Es el único no americano, entre los cancilleres de Mexico, Panamá, Costa Rica, Argentina, Jamaica y el vicecanciller de Canadá.
Su presencia evidencia el interés especial por los países de aquél continente que hace casi 200 años se independizaron de España y a los que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue unida por vínculos afectivos.
Esa especial y delicada relación familiar con los países que dependieron de España genera recelos cuando da la impresión de que se inmiscuye en sus asuntos, como si siguiera siendo la metrópolis.
Los demás países—con la excepción de Estados Unidos, que se ha abstenido prudentemente de incluir representante en la comisión mediadora-- no corren peligro de levantar esas suspicacias.
La conocida por “Doctrina Estrada”, que tomó su nombre del secretario de relaciones exteriores de México Genaro Estrada y que su país siguió escrupulosamente hasta hace 30 años, era una juiciosa práctica para regular las relaciones internacionales.
Si la “Doctrina Estrada” es sensata en general, España debería observarla escrupulosamente con los países de América Latina que gobernó hasta que accedieron a la independencia.
Reconoce esa filosofía política el derecho de los pueblos “a aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades”
Genaro Estrada completó en 1930 su doctrina afirmando: “El gobierno de México se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos, y a continuar aceptando, cuando también lo considere procedente, a los similares agentes diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México sin calificar, ni precipitadamente ni a posteriori, el derecho que tengan las naciones extranjeras” a cambiar o mantener sus gobiernos.
En la actual disputa interna entre hondureños, el gobierno español ha perdido la oportunidad de aplicar la sabia doctrina de Genaro Estrada,prudente canciller de la Nueva España.
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