Sabía que los escandalizaría reemplazar las leyes del aborto por otra que incentive los nacimientos, como la solución que le habían pedido para sacar a España de la crisis económica.
Pero Salomón Cabeza Sagaz nunca hubiera imaginado que sus contertulios lo llamarían desalmado, esclavista y sinvergüenza cuando les propuso medidas menos dolorosas que la congelación de pensiones para evitar la quiebra del Estado Español.
--“En términos exclusivamente económicos y dejando de lado consideraciones éticas o morales”--les había respondido—“una solución sería incentivar la natalidad”.
Cuando le exigieron concreción, Alfonso Décimo no se hizo de rogar:
--“En el mundo mercantilizado en que nos ha tocado vivir, hasta los niños han pasado a considerarse bienes sujetos a la oferta y la demanda. Los habitantes de los países ricos producen menos niños que los que su población demanda, por lo que en los últimos años ha surgido un potente mercado de adopción de niños”.
Sus contertulios Ramón Pichaymedia y El Ditero empezaron a torcer el gesto, pero no tanto como para enmudecer a Salomón.
La presión de la demanda en los países ricos, explicó Salomón, hizo buscar el producto demandado, niños, donde su oferta era abundante y barata, en países crónicamente pobres o coyunturalmente empobrecidos: China, Vietnam, Tailandia, Camboya, las antiguas repúblicas soviéticas, Haití, Perú, Bolivia, Guatemala, etc.
Salomón explicó que los Estados de esos países, por lo general, no cobran nada por la adopción de niños sin padres, aunque los trámites burocráticos terminan por encarecer y complicar la adopción.
Alfonso Décimo, como conocían a sus espaldas a Salomón, apuntó que las agencias y organizaciones que facilitan los trámites—según reflejan “Child Welfare Information Gateway”,”Adoption.com” o “Adoption Services”, entre otras, coinciden en que el coste final de adopción de un bebé se acerca más a los 30.000 euros que a los 12.000.
Salomón explicó que en 2006 se adoptaron 4.472 niños extranjeros en España, donde el número de abortos llegó a 115.812 en 2009, antes de que se facilitara el acceso a la píldora del día después o se reformara la ley del aborto.
--“En términos económicos”, advirtió Salomón, España no sólo está desperdiciando su capacidad instalada, que es el volumen de producción que puede obtenerse en la actividad generadora de niños si fuera el óptimo nuestro índice de fertilidad sino que, lo que es peor, ayudamos al sabotaje en la industria de su producción porque tiramos al desguace, a falta de su acabado final y antes de ofertarlos al mercado, lo que empezamos a fabricar”.
--Eso que dices—clamó Pichaymedia—es una salvajada.
--Un niño—escupió las palabras con asco El Ditero—no es un coche.
--Me pedís soluciones mejores que la congelación de pensiones para hacer menos dolorosa la quiebra de España y yo os doy una que, siendo tan placentera que se puede hacer en la cama, aumenta los ingresos de la población sin ningún costo: a una media de 20.000 euros por niño abortado, en España habrían entrado el año pasado 2.316.240. 000 euros.
Y los niños que nadie quiso seguirían vivos, junto a padres que los querían y no podían que tenerlos.
1 comentario:
Aplaudo la idea y suscribo en su totalidad el brillante proyecto económico y, embriagado de entusiasmo, con el permiso de Don Miguel Hernández, me apetece colaborar aportando para ello el texto que dignamente podría exhibir la imprescindible publicidad. El producto que se exportaría tendría como sello de autenticidad la denominación de origen y a los posibles padres adoptantes se les ofrecería la posibilidad de elegir entre:
Asturianos de braveza,
vacos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos del alma;
andaluces de relámpagos,
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita...
leoness, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha...
Publicar un comentario