miércoles, 15 de diciembre de 2010

PSOE: PRAGMATISMO Y MILITARIZACION DE CONTROLADORES

En los mítines que organiza el PSOE y en las manifestaciones que patrocina abundan feministas e internacionalistas contrarios al machismo y la xenofobia, aunque lo que los une a todos es el pacifismo.
Sin guerras, esas banderas del mimetismo progresí que el PSOE pastorea no las agitarían las masas que arrastra el partido socialista.
En las guerras antiguas—en las que el mayor número de bajas las sufrían los combatientes varones—los supervivientes machos acentuaban su dominio sobre las hembras como consecuencia de la resultante escasez de su oferta frente a la acuciante demanda del mercado femenino.
Todo cambió a partir de la primera gran guerra, en la que se combatió simultáneamente en cuatro de las cinco partes del mundo y soldados de la quinta—América—participaron abrumadoramente en ella.
La artillería pesada, la aviación y el submarino llevaron la guerra a las retaguardias, hasta entonces a salvo de la destrucción y la muerte.
La llamada primera guerra mundial causó diez millones de muertes en Europa, que movilizó a 60 millones de sus habitantes.
Estados Unidos, que entró en la guerra en 1917, movilizó tres millones de hombres y envió a Europa una fuerza expedicionaria de 1.200.000 combatientes, de los que 117.000 murieron.
La capacidad destructiva de las armas utilizadas, la universalización de los teatros bélicos, la desacostumbrada masa de combatientes movilizados y las necesidades de mano de obra para reponer el material destruido y transportarlo al frente acrecentaron la necesidad de obreros para las tareas abandonadas por los soldados.
Como todos los países del mundo son franquicias norteamericanas desde la primera guerra mundial, las consecuencias de aquél conflicto en los Estados Unidos pueden aplicarse a los demás.
Se recurrió a negros y mujeres, dos sectores de la población hasta entonces casi excluidos de la actividad industrial, para suplir a los varones blancos movilizados.
En la conocida como “Primera Gran Migración”, de 1914 a 1940, 1.750.000 norteamericanos de raza negra se trasladaron de los estados agrícolas del sur a los industrializados del norte de los Estados Unidos porque, además, la guerra frenó la tradicional emigración europea a las regiones más prósperas.
A pesar de eso, y hasta 1940, vivía en el sur más del 75 por ciento de la población negra, que solo aportó el diez por ciento al total de los movilizados para la primera guerra mundial, principalmente para servicios auxiliares.
Una ciudad industrial como Chicago, en la que vivían 278.000 negros en 1940, en vísperas de la entrada de Estados Unidos en la segunda guerra mundial en la que ya combatieron soldados negros, tenía al final de la contienda 900.000 habitantes de esa raza.
Sin los desplazamientos demográficos favorecidos por las guerras hubiera sido tan impensable el movimiento por la igualdad racial como el de la liberación sexual, que permitió a las mujeres ocupar puestos de trabajo que dejaron vacantes los varones movilizados, e independizarse de su tutela tradicional.
Feministas y partidarios de la igualdad racial deben a la guerra la consecución de sus anhelos aunque, en su obcecación ideológica, siguen negándole al militarismo y a la guerra su contribución al progreso científico y al avance social que consiguieron.
El Partido Socialista Obrero Español, que con la boca chica sigue rindiéndole culto ideológico al pacifismo, se sirve de la eficacia desarrollada por la tradición bélica para resolver el problema de los controladores aéreos, a los que ha encuadrado por tiempo indefinidamente provisional en la disciplina militar.
No es cinismo, sino prudente pragmatismo.

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