Los políticos españoles son una masonería cuyos distintos ritos, conocidos por partidos, simulan una rivalidad implacable en el reparto de los beneficios del poder.
Que esa discrepancia es puro teatro lo confirma el frente común que forman para oponerse a una posible ayuda extranjera a la economía, porque el “rescate” podría estar condicionado a podar la maraña de administraciones y asalariados que han urdido para colocar a sus partidarios.
También se quitan la careta los falsos adversarios al unirse contra toda iniciativa de crear un partido político nuevo, que aspire a meter cuchara en el festín del poder.
Todos los partidos políticos coinciden al proclamarse asociaciones de individuos impulsados por su vocación de servicio público que proponen resolver los problemas del Estado aplicando la ideología de sus partidos.
La masonería se define como asociación “discreta, progresista, filantrópica y cimentada en la fraternidad” pero en realidad es una trama de apoyo mutuo de sus miembros.
La rivalidad simulada y la complicidad tácita de los partidos políticos españoles saltó por los aires hace unos días porque José Ignacio Wert dijo en el Congreso de los Diputados que, como ministro de educación del gobierno de España, españolizaría a los alumnos de la región española de Cataluña, desde hace años sometidos a un intenso programa político de desespañolización.
Es tan obvio que el ministro español de educación cobra su sueldo por españolizar a los alumnos de una región española que el escándalo de sus llamados adversarios políticos huele a chamusquina.
Como, en palabras del guerrillero Che Guevara, “la obligación de un revolucionario es hacer la revolución”, la de un ministro de educación del gobierno de España es españolizar a los educandos.
Personas mayores, serias y que cobran por su buen sentido en la administración pública no es lógico que se extrañen del propósito de Wert.
¿Por qué, entonces, los ha escandalizado?
Porque estaban acostumbrados a las peregrinas soluciones que los ministros anteriores proponían para resolver los problemas de sus departamentos.
Ejemplos:
1.-Un reciente ministro de Industria solucionó los problemas del sector regalando bombillas de bajo consumo.
2.-Una ministra de Igualdad (¿por qué no habría también ministros de libertad y de fraternidad?) mostró tarjetas rojas a los maltratadores de mujeres para que, avergonzados, dejaran de ser malos.
Para comprobar si la propuesta de Wert es razonable,debería complementarse con la de españolizar a los niños valencianos, baleares, asturianos, gallegos, andaluces y vascos.
Puede que produjera una enajenación identitaria general, pero estimularía los estudios de psicología y psiquiatría. Algo es algo.
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