La
tenebrosa sociedad española sometida a la tiranía franquista ha dado paso a la
luminosa convivencia actual, que avanza hacia la felicidad emanada
del ejercicio de la libertad y el autogobierno.
Ejemplos:
El gobierno de antes vigilaba a los sospechosos de simpatías por la democracia
mientras que, cumpliendo su obligación cívica, los gobiernos democráticos
desconfían ahora de los que no condenan la dictadura.
Es
natural porque a los ciudadanos les importa menos la eficacia de su gobierno que
el procedimiento por el que los que mandan llegaron al poder.
“Mejor
un gobierno electo democráticamente que lleve a la bancarrota al
país”--proclaman—“que un gobierno que, sin haber ganado unas elecciones,
administre eficazmente e impulse la creación de riqueza”.
Es
obvio que prefiera el fuero a los huevos una población en la que casi el 30 por
ciento de sus miembros en edad laboral no tienen empleo.
Cansados
de siglos de explotación capitalista, abundan los ciudadanos libres de la
democracia española que prefieren vivir
de la caridad (en democracia se llama derecho social) antes que obedecer por
dinero al que le ofrezca trabajo.
“Hay
mucho empresario capitalista y explotador”—se quejan—“que no admiten que ya
somos todos iguales y quieren que el obrero siga obedeciendo al que le paga
solo porque tiene dinero”.
A un
sistema tan cercano a la perfección moral como el que en España se ha
implantado, no faltan envidiosos que lo menosprecien y traten de desprestigiarlo.
A los
más pertinaces de ellos les ha dado últimamente por quejarse de que los
políticos contraten asesores.
Con lo
difícil que es gobernar a un pueblo díscolo como el español esa acusación es
pura insidia.
¿Qué
quieren, que nombren asesores y consejeros a funcionarios, en los que ninguna
confianza personal puedan depositar porque no le deben el empleo?
Esos
nostálgicos del pasado que acusan a los políticos de enchufar a sus deudos
ignoran que, entre los funcionarios, hay muchos que pertenecen a partidos
políticos adversarios del cargo electo que necesita asesores de confianza
personal.
Hay enemigos
del sistema que los españoles se dieron a sí mismo cuando se sacudieron el yugo
de la dictadura que pretenden que, para votar lo que les mandan sus partidos,
los políticos no necesitan consejeros y asesores.
Algunos
más condescendientes reconocen que los políticos puedan contratar al personal de confianza que necesiten para
desempeñar su agobiante tarea.
“Pero
que el sueldo de los asesores lo paguen con el salario del cargo para el que lo hayan
elegido, con dinero propio o con el de su familia”, apostillan con mala uva.
Es esa
una concesión diabólica y engañosa:
quieren poder acusarlos, obligados por el gasto adicional de asesores y
consejeros personales, de llevarse mayor tajada de presupuestos y de aceptar
todavía más sobornos que ahora.
Insidias
de los siempre acechantes enemigos de la democracia, los nostálgicos de la
dictadura.
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