Los
que vivimos la primera mitad de los 70 en la Nueva España , nos sentimos
rejuvenecidos en ésta España vieja, tan encenagada en la corrupción política
como el México de entonces.
Para
llegar al México de aquél tiempo falta un
trecho en el camino evolutivo del sistema implantado a la muerte de
Franco porque, en la España
actual, la sinvergonzonería política todavía es
noticia. En el México de entonces no lo era.
Es una
pena que Enrique Tierno Galván, uno de los muñidores de lo que han venido a
resultar las esperanzas cortesanas de los demócratas postfranquistas, no haya vivido para ver que sus expectativas se han cumplido.
En los
primeros días de 1976 hizo Tierno el peregrinaje que otros políticos
emprendieron para recabar ayuda y recibir el marchamo de antifranquistas que
otorgaba el presidente Luis Echeverría, que en Septiembre anterior había roto
las relaciones que nunca tuvo con el
régimen de Franco.
Tierno,
en aquella visita y sin duda para ganarse el aliento moral y material de los
pródigos mexicanos, les doró la píldora al asegurar que aspiraba a que, después
de Franco, en España se estableciera un sistema político como el mexicano.
Su
ilusión se ha visto cumplida: no hay político en la España actual, como decía
de los generales mexicanos el Presidente Alvaro Obregón, capaz de aguantar un
cañonazo de 50.000 pesos.
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