Se
habla tanto de la corrupción en estos tiempos en los que de tantas otras cosas
se podría hablar como, cuando no hay nada que decir,se habla de la lluvia
o de la falta que hace.
La
lluvia y la corrupción tienen en común, además de servir como pretexto para
conversaciones intrascendentes, su utilidad práctica para el bienestar del ser
humano la primera, y su capacidad lubricante para humanizar la aplicación de la
ley la segunda.
Una
sociedad compleja necesita la corrupción para adecuar la implacabilidad de la ley a
las cambiantes circunstancias vitales del hombre, y una economía solvente requiere un régimen pluvial
adecuado.
La
corrupción es útil si es democrática: debe extenderse a todas las capas de la
sociedad y, si fuera posible, homogeneizar tarifas para eludir las sanciones por violar las leyes.
Mi
buen amigo Antonio Navarro Zarazúa, de El Heraldo de México, quiso establecer
normas para el pago y cobro del chayote o embute, nombre que en México se daba al
donativo económico con que cada organismo gubernamental estimulaba la labor de
los reporteros acreditados para informar de sus actividades.
Parodiando
“La carta de deberes y derechos de los Estados” que el entonces presidente
mexicano Luis Echeverria impulsaba en las Naciones Unidas, Antonio Navarro elaboró un borrador
de lo que no llegó a plasmar en una “carta de deberes y derechos del chayote, o
embute”
La
sociedad mexicana basa su envidiable funcionamiento y la sabia aplicación,
aceptación y ejercicio de las mordidas, chayotes o embutes en tres principios firmes: su proporcionalidad,su universalidad y su obligatoriedad.
Uno
de los conflictos de esa práctica, afectó a la Presidencia de la Republica en tiempos de
Don Gustavo Díaz Ordaz: se corrió la voz de que el nuevo presidente había
decretado que se anulara la práctica de repartir en sobres personales a los
reporteros acreditados el donativo mensual.
Se
nombró una comisión de los afectados que solicitaron y obtuvieron una
entrevista con el jefe de prensa del Presidente de la República , entraron en su despacho y, mientras negociaban, los demás aguardaban en el antedespacho el
resultado de la gestión.
Cuando
por fin salieron los comisionados, aplacaron el murmullo de los impacientes y
los informaron del resultado de su gestión. Estalló un aplauso entusiasta.
La
frase que aplaudieron ha quedado para la historia del periodismo nacional
mexicano: “Compañeros, en cuestión de embutes, ni un paso atrás”.
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