Esos insensatos de
izquierdas han predicado tanto las virtudes de la igualdad que casi han
conseguido que los incautos crear que la igualdad es posible.
Y lo peor no es que
crean que se puede conseguir una aspiración inalcanzable, sino que la igualdad,
la justicia, la inteligencia, la honestidad o la bondad puedan lograrse con leyes, sin tener en cuenta la singularidad humana.
Después de
perogrulladas tan sublimes, bajemos a la grosera realidad del momento.
Por ejemplo, los
derechos.
Los señoritos
ilustrados dicen por televisión, y los sencillos aldeanos los creemos, que
todos los españoles, por serlo, tienen derecho garantizado por la Constitución a la
vivienda, el trabajo, la sanidad, la educación, la vida y cuatro o seis cosas más.
Los aldeanos
televidentes deducimos (puede que equivocadamente) que si tenemos derecho a
esas cosas, alguien tendrá la obligación de dárnosla y, como el que todo lo
cobra, todo lo paga y todo lo puede es el Estado, le corresponde
proporcionarnos el trabajo, el pan, las medicinas, la vivienda y la educación.
Casi en esas
estamos porque El Estado se queda para sus gastos con el 44,6 por ciento de
todo lo que se produzca anuañmente en España y, si no se atreve a quedarse con
el cien por cien, es porque tendría que desdecirse de las tonterías que llevan
siglos condenando,
Me refiero a la
esclavitud, esa benévola institución en mala hora abolida, que obligaba a los
amos a vestir, alimentar, curar, proteger y alojar a sus esclavos, a los que
además suministraba ocupación y trabajo durante toda la vida.
Proclame el
Estado Español restaurada la esclavitud, cambie el nombre de ciudadanos por el
de siervos y toda la población tendrá resueltos de forma igualitaria sus
necesidades de alimentación, vivienda, cuidados médicos, educación y trabajo.
Yo aliento a los
señoritos que mandan en España a que, sin vergüenzas, se atrevan a proclamar de
derecho la esclavitud, que ya casi existe de hecho.
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