Hasta que cumplió
35 años y conoció a Jack, Santiago no sabía si era feliz o desgraciado.
Vivía con su padre,
que lo había colocado en la empresa de la
que era empleado, obedecía cuando le mandaba algo, pedía consejo cuando
no sabía qué hacer e imitaba en gustos y costumbres y con su madre, a la que
hacía caso sobre las amistades convenientes, la ropa apropiada y las muchachas
poco recomendables,
A medida que fue
conociendo a Jack envidiaba su libertad para salir o entrar en su vivienda sin
tener que dar cuenta de las horas en que lo hacía, cambiar de casa o piso
invitar a visitarlo a quien quisiera y para lo que quisiera, trabajar o no
hacerlo, vestir como le apeteciera,irse fuera de la ciudad solo o acompañado
por hombres o mujeres formales o frescas.
Santiago, que
envidiaba a Jack, le pidió consejo.
--Hace tiempo que tienes
edad para decidir cómo quieres vivir.
Jack, al que sus
padres habían entrenado desde la niñez para que fuera un adulto autosuficiente,
capaz de tomar decisiones y responsabilizarse si se equivocaba, había medido la
respuesta a Santiago para no influir en su decisión,
Pero Santiago, al
que siempre le habían dicho lo que debería y no debería hacer, quedó
desconcertado. v dedujo, porque lo tentaba la libertad de que gozaba su amigo,
que Jack lo estaba animando a que lo imitara.
Dijo a sus padres
que había decidido vivir solo y que lo haría en un piso al que trasladaría su
ropa y pertenencias.
Sus padres
consiguieron morderse la lengua para no intentar disuadir a Santiago, que
interpretó sus silencios como respaldo.
La sensación de
libertad embriagó de tal manera a Santiago que la euforia marcó los primeros
días de su experiencia.
Paulatinamente
comenzó a echar en falta el orden de cuidadosa ama de casa de su madre, la
previsión con que su padre tenía preparada la solución a problemas imprevistos,
la antigua pulcritud de su atuendo, ahora desaliñado.
Poco a poco volvía
a dejarse caer por la casa paterna, empujado por el recuerdo del sabor de un
guiso de su madre o por la callada seguridad que emanaba de su padre
Sucumbió a las
confortables rutinas y confesó a sus padres que se había equivocado al reclamar su
derecho a la libertad.
Lo sorprendió su
padre;
--No te equivocaste
tú al querer ser libre, sino tu madre y yo al no prepararte para la libertad y
enseñarte que todo lo que hagas bien se lo debes en parte a otros, aunque eres
el único responsable de tus fracasos.
A la España de la
que era patrón el que dio su nombre a Santiago, deberían haberle hecho esa
advertencia el 20 de Noviembre de 1975,
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