Es natural que quien nunca haya estado
enfermo ignore la desgracia que es perder la salud y no sepa el lento proceso
que debe seguir para recuperarla.
Es lo que a los Estados Unidos les pasa con
las dictaduras. Nunca sufrieron directamente
ninguna porque los criollos de ingleses que declararon la independencia
de su país ya lo venían gobernando bajo la bandera de Inglaterra.
La dictadura, como bacteria mutante que es, evoluciona
lentamente, sufre retrocesos en su tratamiento y, en muchas ocasiones, la
enfermedad empeora por haber intentado el médico darle el alta al enfermo
demasiado pronto.
De hecho, todas las convulsiones que el
mundo sufre ahora comenzaron con el error clínico del equipo diplomático de los
Estados Unidos, entonces encabezado por Zbigniew Brzezinski, que sacrificaron
al Sha de Persia, el único aliado seguro que tenían los Estados Unidos en Oriente
Medio.
Se equivocaron los Estados Unidos porque la
dictadura religiosa que siguió al Sha evolucionó hacia una dictadura igual de
sanguinaria pero más sólida, al asentarse en el pilar fundamental del Islam, el sometimiento.
Casi simultáneamente a la implantación del
régimen de los ayatollahs en Irán, en Afganistan, su vecino del este, se
gestaba otra crisis que permitiría a los Estados Unidos cometer un error de
todavía peores consecuencias que el de Irán.
El partido gobernante en Afganistán, pidió
a su hermano el partido comunista de la Unión Soviética que apoyara el envio de fuerzas del ejército
ruso para derrotar a los mujahidines religiosos.
Para los Estados Unidos estaba claro cuál de los contendientes lo era también suyo: naturalmente el ejército de
la Unión Soviética que.además de una dictadura, era la potencia que le
disputaba la hegemonía mundial.
Apoyaron, pues, a los combatientes
religiosos musulmanes que, al contrario que sus conocidos católicos irlandeses
que se sacudieron la opresión de los protestantes ingleses, colonizadores de
Estados Unidos, eran todavía más radicales e intransigentes que la peor de las
dictaduras.
Apoyaron pues a los combatientes mujahidines
y los entrenaron tan bien que años después volaron las torres gemelas de Nueva
York.
Desapareció el comunismo que los americanos
ayudaron a derrotar en Afganistan pero la dictadura religiosa yihaidista que se
benefició de la ayuda ha pasado a ser la mayor amenaza para los países occidentales,
aunque sea la raíz cristiana que sus culturas comparten lo que los une.
Acogieron los norteamericanos con inexplicable
alegría las revoluciones que hace un par de años hicieron retroceder a los países
con dictaduras laicas (Túnez, Egipto) al de dictaduras religiosas fundamentalistas.
Después del laico Bashar al Assad, que
inevitablemente será derrocado porque es un dictador, ¿con qué dictadura
religiosa castigará la Historia la conciencia de los Estados Unidos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario