2,-DESDE
QUE EL HOMBRE APRENDIÓ A NO ANDAR
EL
NACIMIENTO DEL ESTADO
Hay
tanta anécdota incluida en la Historia de la Humanidad que cribar la paja para
que quede el grano ha sido el cometido de un estudio multidisciplinar y
plurinacional coordinado por el más prestigioso informático japonés.
Destaca
entre sus conclusiones que El Paraíso al que se refieren todas las creencias
como reino de la inocencia y la felicidad originales no era una especie de
finca en la que todo era bueno y nada malo, sino un estado de ánimo que a cada
individuo le provoca una particular sensación de felicidad y contento.
Hay
plena coincidencia en que el descubrimiento que supuso el primer paso hacia el
progreso de la Humanidad se debe el hijo poeta de una de las dos familias
asentadas en cuevas al pié de un risco ante el que se abría una llanura
orientada al sur.
El
lírico del descubrimiento, que no hacía hasta entonces nada útil, comprobó un
día que si dejaba de hacer ruido y concentraba su atención, oía lo que antes no
había oído.
Inventó
así escuchar, actitud activa del que quiere oír algo que, sin esforzarse, no
percibe.
Después
perfeccionó ese invento con el de no oír lo que no le conviniera.
Pronto
se difundió que se había inventado escuchar y el jefe de una de las dos
familias del valle, que era padre del inventor, propuso que entre todos
pagaran su alimentación, vestido, la seguridad social, quinquenios y
vacaciones.
Fue
un acierto porque, gracias a lo que oía mientras escuchaba, alertó a los demás
de la amenaza de merodeadores, por lo que salvaron muchos corderos.
Pero
llegó el día en que se dio de baja temporal por stress y el jefe de la
otra familia propuso, y se aceptó, que contrataran a un hijo que tenía la rara habilidad de quedarse durante horas sin mover un músculo, como correturnos del vigía titular y en las mismas condiciones
sociales y laborales.
A
la larga, aquél vino a ser el día más aciago en la Historia de la Humanidad
porque fue en el que nació el Estado que, en tan poco tiempo desde su fundación, ya había aumentado un cien por
cien sus gastos de personal.
Como
toda calamidad impredecible, la fundación del estado les hizo mucha gracias a
todos, hasta que tuvieron que privarse de parte de lo suyo para pagar a los dos
funcionarios. A partir sde entonces, los contribuyentes experimentaron dos
sensaciones simultáneas: envidia por no tener un trabajo fijo y bien
considerado y descontento porque los vigías cobraban hasta en los muchos días
en los que no tenían que dar la alarma.
Envidia que, a la larga sería
indispensable para el progreso de la Humanidad porque estimula la competencia
que exige el esfuerzo necesario para alcanzar el poder.
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