En
1830, el salario de un obrero agrícola inglés era de nueve chelines semanales.
Por el uso de máquinas bajó a ocho el año siguiente y a seis en 1834.
La
bajada de salarios originó el nacimiento del primer sindicato, la “Sociedad de
Amigos de los Trabajadores Agrícolas”.
La
sustitución del trabajo manual por el mecánico, la agrupación de trabajadores
para defender sus intereses y la fundación de grandes empresas que requerían
cuantiosas inversiones para saturar las
demandas del mercado y generaban crecientes beneficios exteriorizó la lucha de
clases y generó el capitalismo.
Los
países se industrializaron y advirtieron la necesidad de abrir mercados en el
extranjero cuando saturaron la demanda doméstica.
Marcó
ese cambio también el objetivo de los gobiernos: hasta entonces la producción
nacional de riquezas les permitía acorazarse militarmente para derrotar a
posibles invasores o conquistar regiones que le interesaran para consolidar su
poder.
En
adelante, pasaría a ser función de los ejércitos nacionales ayudar a abrir
mercados El comercio mundial alcanzó su máxima importancia a finales del siglo
XIX y principios del XX, con el invento y desarrollo de las calderas de vapor
para impulsar trenes y barcos.
El
transporte de mercancías sobre rieles se remonta al siglo VI antes de Cristo
cuando se utilizó en Grecia para que los esclavos arrastraran barcos a y desde
el mar, y después se utilizó en las minas para arrastrar el mineral extraído.
El
barco impulsado por vapor necesitó un largo proceso de perfeccionamiento de la
idea del marino e ingeniero español Blasco de Garay, que en 1543 planteó al Rey Carlos I, y éste ordenó
ejecutar, un proyecto para propulsar a la galera “Trinidad” mediante seis
ruedas de palas movidas por una máquina de vapor.
En
todos los países avanzados se llevaron a cabo intentos de dotar a los barcos de
ingenios similares al ideado por Blasco de Garay, pero hasta que se empleó la
caldera de cuádruple expansión alrededor de 1890, no nació realmente la navegación a vapor, fiable en la fecha de
entrega de pasajeros y mercancías y sin condicionantes como el estado de la mar
o el soplo del viento.
La
idea de arrastrar barcos sobre rieles de madera con tracción humana tardó
siglos en demostrar su eficacia, hasta que en 1830 se inauguró la línea
Liverpool-Manchester y, desde entonces, una maraña de líneas férreas se
multiplicaron por todo el mundo, sobre las que se deslizaban trenes con
máquinas alimentadas con carbón.
Garantizar
las comunicaciones por ferrocarril y por mar pasó a ser una preocupación de
todos los Estados, que se vieron obligados a renovar sus flotas de protección
de líneas marinas y vigilar la entrada
por mar de mercancías de contrabando.
Con
el desarrollo de la navegación a vapor y el transporte de mercancías y
pasajeros por ferrocarril, la protección del propio comercio y la
desorganización del flujo comercial del enemigo
se sumó a los objetivos bélicos de naciones enemigas.
El
empleo de máquinas para la producción de bienes provocó en 1872-73 la
saturación de los mercados que los gobiernos europeos trataron de aliviar
imponiendo tasas y aranceles pero, ante el evidente fracaso de esas soluciones,
optaron por encontrar para su superproducción industrial mercados hasta
entonces irrelevantes.
Las
tres grandes potencias industriales europeas, Gran Bretaña, Francia y Alemania
se repartieron en la conferencia de Berlin de 1884 el cercano y hasta entonces
virgen mercado africano.
Se
repartieron el continente en áreas de influencia particular en la que cada uno
de los tres contó con abundante mano de
obra barata para obtener materias primas con
las que elaborar los productos industriales en sus países y mercados nada exigentes al que vender sus excedentes
de producción.
Cuando sesenta años más tarde concedieron la
independencia a los países africanos, los colonizadores europeos dejaron atrás
sociedades en casi la misma fase de evolución social en que los habían
encontrado.
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DESDE
QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR.- 13- EL COMBATIENTE UNIVERSAL
En
1848 Marx y Engels publicaron su manifiesto comunista, que sería en adelante el
estandarte del combatiente cosmopolita que, en lugar de luchar por su Patria o
su Rey, lo haría por mejorar la condición social de los trabajadores.
La
publicación del manifiesto coincidió con la revuelta de Paris, en la que por
primera vez protestaron de forma coordinada los obreros, que sufrían recortes
en sus ingresos por el cierre de numerosas fábricas, originado por la saturación de la demanda.
El sindicalismo, todavía en
la época infantil de su desarrollo, apareció como instigador de la obligación
de los obreros de reclamar sus derechos, lo que en
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