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La
sentencia del Tribunal de Estrasburgo favorable a la etarra Ines del Rio ha
sido acogida con desagrado, por lo que parece, por la mayoría de los españoles.
Pero hasta lo peor tiene algo bueno.
Esa sentencia ha servido para que los españoles dejen de engañarse y sean
conscientes de que siempre ha sido letra muerta el documento del que emanan
nuestras leyes.
Para dejar de engañarnos y empezar con buen pié la situación real de la que
partimos, deberíamos anular la ficción de la actual Constitución y sustituirla
por esta:
Artículo 1.-España es un protectorado de la Unión Europea que, hasta que las
autoridades comunitarias decidan cuál será su régimen definitivo, se estructura
como monarquía decorativa.
Artículo 2.- Una dictadura alternante, elegida de manera democrática formal, se
encargará de la administración de los servicios públicos.
Artículo
3.-Encabezara la dictadura el secretario general del partido que haya ganado
las elecciones parlamentarias cuatrianuales, que previamente habrá
confeccionado la relación de candidatos y su orden de colocación en la lista
electoral ganadora.
2.-
El proclamado presidente del gobierno, en su calidad de secretario general de
su partido, ordenará a los ya diputados de su grupo cómo deben votar, sobre
todo para la elección de miembros de los organismos reguladores del poder
judicial.
3,-
Lograda así la necesaria concentración de poderes en una persona, por métodos
escrupulosamente democráticos, la primera declaración oficial de cada
presidente será:
“Prometo
esforzarme sin descanso en el reemplazo de las tradiciones, costumbres, usos,
fiestas, legislación y carácter de los españoles para asimilarlos al carácter,
tradiciones, costumbres, usos, fiestas y legislación europeos".
4.-El
gobierno de España conservará su derecho innegociable a la independencia de su
gobierno dictatorial democrático para repartir subvenciones y favores a todos
sus adictos, en proporción directa al apoyo que de ellos reciba.
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