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INTERVENCIONISMO ESTATAL EN LA ECONOMÍA.
Se
culpó al gobierno republicano de Herbert Hoover de no haber modificado a tiempo
las normas reguladoras de las actividades bancarias y bolsísticas para evitar
el posterior hundimiento de Wall Street.
Si
no lo hizo seguramente sería porque uno de los pilares ideológicos del Great
Old Party (Viejo Gran Partido) republicano de los Estados Unidos es la
neutralidad del Estado en la libre competencia, como único mecanismo regulador
de la economía.
Si
se culpó a Hoover de no haber intervenido en la libertad de normas bancarias y
bolsisticas, a su sucesor demócrata Franklyn Roosevelt se le criticó por lo
contrario:
Roosevelt
aplicó recomendaciones del economista
inglés John Keynes y comprometió al gobierno federal en un ambicioso
programa de obras públicas en el Valle del Rio Tennesee, que favoreció
directamente a ocho de los 48 estados que entonces tenía Estados Unidos.
Con
dinero federal, que durante años dio empleo a medio millon de personas, se
controlaron las riadas del Tennesee, se mejoró su navegabilidad y en la red de
embalses que integra se consigue energía hidroeléctrica que se vende a 158
distribuidores que la hacen llegar a ocho millones de clientes.
Del intervencionismo estatal en la economía,
sobre todo por parte de los Estados Totalitarios, que encauzaron la a la
producción de militar recursos detraídos de la producción de bienes de consumo
para la población, se acusó en parte al estallido de la segunda guerra mundial.
Los
comunistas rusos se habían adelantado a Roosevelt porque el partido controlaba
toda la actividad económica de Rusia desde 1919.
Mussolini
en Italia y Hitler en Alemania adoptaron el dirigismo, la intervención decisiva
del estado en la economía, aunque sin colectivizarla ni nacionalizarla y
manteniendo la propiedad privada de los medios de producción y
comercialización.
Fascistas
y nazis adoptaron a su manera el principio keynesiano de la intervención
estatal en la economía, pero sin limitarla a los servicios o infraestructuras.
Desde
que llegó al poder dos años antes de denunciar en 1935 el tratado de Versalles
que prohibía el rearme alemán, Hitler emprendió un plan clandestino de
construcción militar que, gracias a los recursos adicionales del Estado tras la
denuncia de tratado, en Alemania se alcanzó el pleno empleo en 1938.
Francia,
Inglaterra, Alemania, Italia, Rusia, y en menor medida los demás países
europeos y Japón en Asia, aumentaban
frenéticamente sus arsenales y experimentaban armas nuevas que,
inevitablemente, acabarían usando.
La
guerra, que empezó el 1 de septiembre de 1939, cinco días después de que
Alemania firmara un acuerdo con Rusia para repartirse Polonia y otros
territorios europeos, la justificaba Hitler en dos principios en los que basó
su politica exterior: el pangermanismo y la Lebensraum.
El
primero, formulado por Johann Tillman, propugnaba la unión en un solo estado de
todos los pueblos de origen germánico dispersos por Europa y el segundo,
formulado por Friedrich Ratzel, el
derecho de un pueblo a disponer de todo el espacio que su población necesite.
Alemania,
que ya había dejado fuera de combate a
Polonia, Francia, Noruega,
Dinamarca, Bélgica y Holanda en 1940, dirigió su atención al Esta en Junio de 1941
además de para combatir a la
Rusia comunista, para apoderarse de las materias primas
(cereales y carbón de Ucrania y petróleo de la rumana Ploesti) imprescindibles
para sostener su esfuerzo bélico.
Japón
pretextó la negativa de Estados Unidos a venderle el petróleo que necesitaba
hasta que pudiera extraerlo de Indonesia, para atacar inesperadamente Pearl
Harbour, su principal base naval en el Pacífico, que extendió a Asia la guerra
mundial.
Lo
que en esa guerra pasó lo conocemos por
el cine.
Hay
que hacer notar, sin embargo, que la segunda mundial fue la primera guerra en
la historia de la Humanidad
en la que los combates no se desarrollaron únicamente en las primeras línea de
los frentes porque el desarrollo de las armas de largo alcance convirtiómetió a las retaguardias
y a las poblaciones civiles en objetivos al alcance del enemigo.
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