Los españoles
siguen siendo tan inmaduros como pueblo como cuando se alzaron en armas a favor de la monarquía que había
cedido la propiedad de España y sus gentes a los franceses, que predicaban
sustituir la soberanía del Rey por la del Pueblo.
El autogobierno,
consecuencia de la madurez de un pueblo que escoge lo que le conviene y no lo
que le gusta, requiere un entrenamiento al que los españoles no han sido sometidos
gradualmente.
Cuado murió el
último de los innumerables dictadores que tutelaron a los españoles, se les
hizo creer que eran libres para escoger a sus gobernantes.
Naturalmente,
era un libertad restringida porque solo podían escoger entre desconocidos para
todos, salvo para quienes colocaron sus nombres en las listas electorales.
El resultado
está a la vista: salvando las distancias, idéntico a los de los pueblos
africanos descolonizados a prisa, después de siglos de entrenamiento en
obedecer a reyezuelos y brujos.
(En mis años
de estudiante fui amigo de Saturnino Ibongo y otros guineanos que estudiaban en
Madrid. A Saturnino le advertí cuando viajó desde Nueva York a Guinea que
Macías lo mataría, como ocurrió.
Me contaban
que, en la campaña previa al referéndum del 68 que les dio la independencia,
los españoles llegaban armados y con gran aparato a las aldeas y conminaban a
los guineanos a votar SI para que, deduciendo que los blancos querían que votaran a favor de la
independencia porque no les convenía a los nativos).
Si se miran
bajo la lupa de la inmadurez sociopolítica de los españoles los resultados de
la encuesta que pronostica a Podemos el tercer lugar en número de votos, solo
detrás del PP y casi pisando los talones al PSOE, se entenderá su lógica.
Como si se
tratara de niños, los españoles dan preferenncia a lo que les gusta y no lo que
les conviene.
Y lo que a
todos nos gustaría es ser ricos, guapos, graciosos, bailar el bugui-bugui, y
ser irresistibles e inagotables en contiendas amatorias.
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