jueves, 25 de septiembre de 2014

LOS QUE VIVEN DEL CUENTO

En los tiempos en que la tierra y sus productos generaba la mitad de la riqueza de ésta mi pobre Andalucía, no había rico en tierras y dinero que no tuviera su propio agradador.
El oficio de agradador requería habilidad para realzar las pocas virtudes de su señorito y minimizar sus muchos vicios.
En definitiva, el agradador vivía del cuento.
En la España post agraria de hoy, el Estado ha reemplazado al campo como generador de empleo y distribuidor de riqueza: el equivalente en dinero a la mitad de lo que los españoles producen al año los gasta el Estado.
Y como el señorito pace donde el dinero abunda, los señoritos de la España actual pacen en las suculentas praderas del Estado.
No hay señorito sin agradador, así que los señoritos y sus agradadores de hoy, los que ahora son profesionales de vivir del cuento, son los políticos que ocupan cargos electos y sus inevitables pelotas, sus agradadores.
Los nuevos señoritos, como los antiguos, son cobardes: prefieren no ganar por inacción a perder por imprudencia.
Por eso los señoritos antiguos no arriesgaban sus dineros en mejorar la productividad de sus tierras y los de ahora evitan cumplir lo que prometieron por miedo a perder votos.
En su vademécum político cuentan, además, con un remedio eficaz para no hacer lo que sus votantes les exijan: no se pueden tomar decisiones en caliente.
Significa: esperaré a que se olviden de lo que piden para que me dejen en paz y, así, no hacerlo. “Il dolce far niente”, el satisfactorio no hacer nada.


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