¿Encontraría Dios
en la España
actual un político honesto al que, como a Lot en Sodoma, mereciera la pena
salvar de la destrucción general?
Al paso que la
justicia hace que aumente el número de pujoles, bárcenas, ratos, blesas,
griñanes, chaves y otras especies rapaces se confirma el convencimiento de que
lo mejor sería exterminar todos los cargos públicos a los que se acceda por
elección.
Muerto el
sistema se acabó la corrupción lo mismo que, muerto el perro, se acaba la
rabia.
Nada es casual:
la martingala que montaron a la muerte de Franco los que querían heredar sus
privilegios sin haber ganado una guerra tenía el propósito de vivir del cuento
haciendo creer a los parasitados que les hacen el favor de parasitarlos.
Han sido (y los
que quedan),tiempos de tunantes contra inocentes que de tan ingenuos no quieren
convencerse de que los están engañando y de que los que viven a su costa no
pueden dejar de hacerlo.
Si los honestos
ciudadanos parasitados por huéspedes indeseables se decidieran a exterminarlos,experimentarían el beneficio de no tener que compartir su vigor y su esfuerzo.
Es de ilusos
pretender un mundo sin individuos que vivan del cuento a costa de los demás o
de organismos libres de parásitos que minen su vigor pero sería prudente la fumigación
periódica para librar al organismo de piojos y a la sociedad de políticos
Si es
conveniente, habría que hacerlo sin miedo, aunque los parásitos y los políticos
fumigados se sientan víctimas de prácticas crueles y fascistas.
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