¿Para qué
llamar masa de harina fermentada y después horneada al pan? Por lo mismo que a
la relación entre los que mandan y los que obedecen llaman política. Ganas de
enmascarar la verdad para hacerla más tolerable.
En realidad, es
la diferencia del grado de indolencia entre los que obedecen y los que mandan
lo que determina la actitud de ambos grupos.
Es mucho más
cómodo obedecer porque, haciendo lo que otro diga que hay que hacer, el error
siempre será del que manda, no del que ha obedecido.
Por eso el que
obedece nunca asume responsabilidad por lo que no ha decidido, sino que se
limitó a hacer lo que otro decidió que hiciera.
El que obedece
sufre las consecuencias del error del que manda, pero le queda el consuelo de
culparlo de la decisión equivocada y sentirse absuelto de las consecuencias que
sufrió por culpa del otro.
En definitiva,
descargar en otros la responsabilidad de los daños sufridos por las decisiones
de alguien en el que hemos delegado la función de adoptarlas es más cómodo que adoptarlas
personalmente y admitir la culpa de haberlo hecho.
Eso de
participar en la elección de los que otros señalan para gobernar, que no es más
que es una de las herramientas para hacer realidad esa fantasía utópica que es
la democracia, no es en realidad más que designar al chivo que expíe los culpas
de los errores de quienes lo votaron.
Bastante hacen
con esa desagradable función. ¿Y además pretenden que acierten en lo que
decidan, que sean simpáticos y que no roben?
Mucho arroz es
ese para un pollo o, como se decía antes del Pelargón, teta y sopa no caben en
la boca.
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