La simulación
del referéndum por la independencia de Cataluña ha confirmado que España tiene
un problema: Mariano Rajoy.
Como los
falangistas de antaño, el actual presidente
parece entrenado para mantener impasible el ademán y no mover ni un
músculo, llueva o ventee.
Rajoy prometió
para que lo eligieran que normalizaría las relaciones con el gobierno de Arturo
Más y resolvería el desentendimiento que argumentaban los separatistas al
reclamar que Cataluña fuera un estado independiente de España.
Reduciría, prometió,
el paro, rebajaría los impuestos, mantendría los servicios que presta el estado
a los contribuyentes a cambio de los impuestos que les cobra y rebajaría el
número de enchufados políticos en empresas y organismos del Estado.
--La deuda del
Estado la ha incrementado en 100.000 millones de euros por año de gobierno.
-- El paro,
deduciendo el número de españoles y extranjeros residentes que se fueron al
extranjero a buscar el trabajo que no encontraban, sigue siendo casi el mismo.
--Ha
disminuido la calidad y cantidad de los servios prestados por el Estado a
cambio de los impuestos que cobra.
--Ha aumentado
el número y la cuantía de los impuestos exigidos por el Estado.
--En los tres
primeros años de mandato de Rajoy, los escándalos de corrupción y robo de
caudales públicos por parte de políticos, funcionarios del Estado y de los
sindicatos financiados con fondos públicos han sembrasdo la sensación de la
inviabilidad del régimen.
--El número de
esos escándalos aumenta porque a diario se descubren casos nuevos, sin que se
cierren los abiertos desde hace años.
El resquebrajo
de la situación política durante el mandato de Rajoy ha permitido aflorar una
nueva fuerza con posibilidades de formar gobierno y cuya virtud principal es
que ninguno de sus dirigentes ha gobernado nunca.
El secreto del
éxito que se les vaticina es no haberse manchado las manos porque no han tenido
oportunidad de administrar intereses públicos.
Si
consiguieran librarse de responsabilidades públicas que podrían desencantar a
los votantes si las asumieran, el progresivo desprestigio de los partidos que
han tenido cargos de gobierno podría aupar a Podemos, la organización en auge
imparable, al gobierno de España.
Hasta ahora,
los de Podemos, como los púberes sin historias románticas, se benefician de la
posibilidad de un futuro libre de turbiedades pasadas.
Como le
ocurría a Rajoy antes de que ganara las elecciones que lo auparon a la Presidencia del
Gobierno.
Su vida cambió
favorablemente para el nuevo presidente y empeoró para los gobernados en cuanto
Mariano Rajoy pasó de obedecer las órdenes que recibía a ordenar a otros lo que
deberían hacer.
Pasó Rajoy a ser como el bravucón
retratado por Cervantes en su soneto ante el túmulo de Feliope II: “ caló el
chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.
spada,
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
miró al soslayo, fuese Y luego, in continente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
y no hubo nada.
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese y no hucaló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
bo nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario