Con tanto
hablar de corrupción, hasta la gramática se ha adulterado al sufrir que se
confundan el participio pasivo corrupto y el activo corruptor.
Y es que la
corrupción viene siendo la preocupación nacional desde que, hace dos años,
empezaron a desfilar políticos ante los tribunales, como los conocidos ante los
dolientes, en el rito de dar el pésame
Ahora los
españoles pueden suspirar aliviados porque hay indicios ciertos de que el
movimiento político Podemos, que amenazaba regenerar España, tiene en sus genes, como todos los demás, la
secuencia de nucleólidos que posibilita la corrupción.
Por lo que los
jueces están demostrando en los últimos tiempos, ese gen está presente en el
genoma de muchos políticos españoles, pero todavía no puede determinarse si lo está
en el de todos.
Por eso
conviene aclarar que la corrupción consecuencia de ese gen no siempre se
manifiesta de la misma manera, aunque en todos los casos hasta ahora detectados
tiene como efecto la comisión de un delito.
Son como el
placer y el pecado, el cansancio y el sueño, ambos inseparables y sin que uno
pueda existir sin el otro.
En los
políticos en los que hasta ahora se han detectado contaminación por la
corrupción, se han identificado:
a) Corruptor:
participio activo del verbo corromper, con el que se conoce al individuo que
incita o tienta a otro para violar la ley y cometer un delito de corrupción.
b) Corrupto: participio pasivo del verbo
corromper, que se aplica al individuo que acepta la propuesta del corruptor, lo
secunda y comete delito de corrupción.
Aunque en los
casos de corrupción hasta ahora denunciados parezca que el papel de los
políticos en los delitos cometidos sea preponderantemente el de corruptores,
también puede que haya políticos corruptos, que se plegaron a la tentación de
otros que, aunque no políticos, eran más sinvergüenzas que ellos.
Es de todas
maneras, es igual: como en la postura misionera, lo mismo peca quien ocupe la
posición superior que la inferior y tan jodido es enero como febrero.
Nada varía,
salvo en el caso de los Redentores de Podemos, que son al mismo tiempo
corruptores y corruptos: el corruptor, aparentemente, fue Alberto Montero,
miembro del Comité de Acción Política de
Podemos y el corrupto Iñigo Errejón,
Secretario político de Podemos.
Y es que, en la
redentora nacional Podemos, la corrupción es como el incesto: todo queda en familia.
Menos, naturalmente, el que paga el pecado, que no es de Podemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario