Lo mismo que
los fabulistas inventaban personajes irracionales cuyas conductas usaban para
adoctrinar a los humanos, los parabolistas urdimos cuentos ficticios para retratar
situaciones reales.
En un pueblo
de la provincia de Córdoba llamado Palma del Rio había una vez (once up on a time , Il y avait une fois…) un
empresario sin empresa al que se le ocurrió una idea:
Para que los
que necesitaran desplazarse al ambulatorio, al polideportivo o a la estación,
les vendría bien un autobús que, mediante el pago de un billete, los llevara a
esos sitios, con paradas intermedias.
Dicho y hecho:
puso en marcha su proyecto que, poco tiempo después, lo aprovechaban tantos pasajeros
que, de hecho, se hizo indispensable.
El alcalde,
que era de izquierdas, pensó que era un riesgo innecesario que un servicio público
fundamental estuviera controlado por un
empresario privado que, por razones políticas, podría utilizarlo para presionar
al ayuntamiento.
Era prudente,
pues, que un servicio público fuera de titularidad pública: lo expropió y transfirió su gestión al ayuntamiento.
Muchos siglos
después, y por una enajenación inexplicable, los ciudadanos de Palma del Río eligieron
alcalde al candidato de la derecha.
Con el entusiasmo del neófito, el alcalde
derechista tomó dos medidas congruentes con los principios ideológicos
liberales: encomendar a empresarios privados la gestión de propiedades públicas.
Así, el
observatorio de uno de los dos ríos locales, un edificio que se había levantado
con dinero público y sin saber nadie
para qué, se cedió a un empresario privado al que, además, se le pagaba una
cantidad anual para que aceptara cargar con el mochuelo.
Poco después, el
alcalde de derechas decidió que el Convento de Santa Clara, una joya mudéjar
primorosamente restaurada durante el período como alcalde de su antecesor, del
mismo partido, se entregara a unos modistos sevillanos para que lo gestionaran.
Accedió además
el alcalde a que se modificara al capricho de los modistos, pero con dinero
municipal, el monumento mudéjar.
Pero, qué
barbaridad, ¿qué me dice usted? ¿y por qué ese despropósito?
Pues porque
uno de los dos modistos nació en el pueblo, aparentemente sin querer porque si
alguna vez volvió por allí fue de incógnito.
Es que Sevilla
está muy lejos, a 89
kilómetros.
--Y que, según
el alcalde privatizador, su tendencia sexual lo cohíbe.
--Claro, es
que la derecha no acaba de tragar eso de que el hombre debe ser y parecer hombre
y la mujer portarse y parecer mujer.
--Unos
antiguos, no saben cual es la trending topic.
--¿Y eso qué
es?
--Lo que se
lleva.
--Ah, bueno,
me creí que me estabas mentando la madre.
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