En su muy visitada
columna “Voto en Blanco”, mi amigo Francisco Rubiales revela que Susana Diaz, a
la que el PSOE ha encargado que administre su cortijo de Andalucía, lleva
gastados 574 millones de euros en comprar la bienquerencia de la prensa.
Comprarlo es la
más eficaz actitud que el gobernante puede observar respecto al mensajero de
sus éxitos.
Contra los
díscolos que se empecinen en pregonar sus fracasos, al gobernante no le queda
otra actitud que la de castigarlos.
La gente de los
medios de comunicación sabe que eso es así y, por consiguiente, son ellos los
que deciden si quieren que los políticos los adulen o los persigan. No hay
engaño.
No aclara
Francisco Rubiales si Susana Diaz ha
invertido los dineros de los andaluces en comprar directa o indirectamente a
los periodistas.
Seguramente habrá
combinado los dos sistemas, que sería lo que mejor garantizara la eficacia de
la inversión, y que implicaría:
A) Conceder subsidios,
contratos, ayudas o subvenciones a los editores, propietarios o directores de
los medios de comunicación para que evitaran la difusión o publicación de
noticias o comentarios perjudiciales para Susana Diaz.
B) Gratificar a
los periodistas que elaboren originales de noticias o comentarios para que
traten con simpatía hacia los intereses de Susana Diaz.
Hay
antecedentes para los dos extremos: no hace demasiado tiempo, era el poder
político-militar el que designaba directamente a los directores responsables de
los medios de comunicación y los quitaba si publicaban algo que al poder no le
gustara.
El método por
el que se reparten favores económicos a los periodistas de base que producen la
materia prima de la noticia publicada en España se conoce por “fondo de
reptiles”.
Tuve la fortuna
de beneficiarme con la amistad de Antonio Navarro Zarazúa, un preclaro
reportero mexicano que, en su vertiente de teórico de las relaciones entre la fuente
de la noticia (el político) y su distribuidor (el periodista), elaboró un minucioso
tratado: la “Carta de Derechos y Deberes del Chayote”
Embute o chayote
es el nombre vulgar del regalo institucionalizado que hace el que genera la noticia
al que la difunde (“y cuya aceptación no te compromete”, se le aclara), como el
lubricante idóneo de una relación fluida.
Lo que Francisco
Rubiales denuncia en Susana Díaz es una
práctica universal y eterna entre quien genera la noticia y quien la difunde:
los cronistas oficiales de ciudades y villas tenían garantizado el bienestar
por contar lo que ocurría al gusto del que mandaba.
Por eso, la Junta
de Andalucía tiene una obligación urgente: regular y publicar las normas que uniformen
las obligaciones y derechos de los que sobornen a la prensa y la de los
sobornados por el poder. Se evitarían injusticias y tratos de favor.
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