MANDA EL QUE SABE
“La indecisión de Rajoy con Madrid y Valencia
provoca nervios en el PP” (El Pais, 6-2-2015)
Se refiere el titular del periódico a que los
dirigentes regionales del Partido Popular de esas dos regiones autonómas están
impacientes por expresar su incondicional apoyo al que Mariano Rajoy
designe candidato.
Y es una muestra más de que la democracia, por mucho
que algunos filofascistas se empeñen en afirmarlo, no es lo mismo que la
Dictadura que la antecedió.
En tiempos de El Caudillo, si el gobernador de, un
suponer, Soria, sufría una grave luxación en la clavícula derecha de tener
tanto tiempo alzado el brazo en posición de saludo, había que esperar a que el
caudillo cazara 200 perdices, pescara un salmón de mil kilos y viera todas las películas de la filmoteca para nombrarle sustituto
Eso era porque el de Franco era un poder
dictatorial, que se concentra en el dictador colocado en lo más alto y que,
desde esa cumbre, desciende hasta los ciudadanos comunes.
En democracias del estilo de la que los españoles disfrutan
desde que el Caudillo murió, el poder corresponde a los ciudadanos y asciende,
por su delegación, hasta la cumbre del Estado.
Oiga, y si esto es una democracia, ¿por qué están
nerviosos los del partido popular de Madrid y Valencia, si pueden preguntar a
los militantes a quién quieren para gobernar en cada región?
Porque no quieren equivocarse al elegirlo, ya que
están convencidos de que Mariano Rajoy, que es el que manda, es el que sabe
más, y que el que no manda es porque sabe menos.
Y, como el glorioso Caudillo en sus tiempos de
mando, los españoles reconocemos que el que nos mande a todos es el que mejor
sabe lo que nos conviene porque, si no fuera así, mandaría otro.
¿Y por qué nos quejamos todos de lo mal que
gobernaron los que dejan de gobernarnos?
Porque, comparados con el que esté mandando en ese
momento, todos los anteriores fueron unos inútiles sinvergüenzas y, lo que es
peor, dictadores que no respetaban los valores democráticos.
Ahora entiendo por qué hay elecciones: es la
búsqueda incansable de la perfección, que solo es posible en un futuro que,
cuando sea presente, será horrible para el que tenga la suerte de sufrirlo.
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