domingo, 1 de marzo de 2015

ANDALUCIA: SEGUIRA EL PSOE



Que los más listos del mundo se encierren en cónclave deliberativo para  que, antes de las nueve de la mañana del 22 de marzo, aclaren las angustias de los andaluces, tan inclinados al reconcomio existencial y a las trivialidades de los celos, la muerte y la pasión.
Tiene que ser antes de las nueve de la mañana de ese fatídico día porque, a ese hora, las urnas abrirán sus voraces ranuras para engullir los votos en los que los andaluces trazarán su futuro para los siguientes cuatro años.
Es decir, que seguramente se pondrán de acuerdo en que más vale que sigan gobernando los socialistas que, por mucho que los acusen de que se quedan con todo lo que pueden, reparten el botín con quienes no se metan con ellos.
Eso seguramente será lo que pase porque eso es, además, lo que las encuestas predicen y, como es normal, las elecciones se limitarán a confirmar lo que pronostiquen las encuestas.
Como fatalmente concluyó el andaluz Lorca, el resultado de la reyerta electoral del 22 de marzo está escrito: morirán cuatro romanos y cinco cartagineses o, lo que es lo mismo, ganará el PSOE y, al que le ayude, lo dejará meter mano en la cazuela.
Como serán unas elecciones libres en una tierra en la que la libertad impera, los perdedores podrán quejarse, protestar y extrañarse.
--“Pero, cómo es posible”-.-dirán—“que siga gobernando un partido en el que sus anteriores gobernantes están acusados de haber faltado a la ley”.
Esa contradicción la tiene resuelta la letra del mirabrás de hace dos siglos:
“A mí que me importa                                 
que un rey me culpe
si el pueblo es grande y me abona
voz del pueblo, voz  del cielo”.
Y es verdad porque, el mismo pueblo en cuyo nombre se imparte la ley es el que elige a los que la interpretan y aplican.
Ya no tienen que apresurarse los sabios del mundo y, si no quieren reunirse en ese cónclave deliberativo, que no lo hagan: El pueblo andaluz soberano para aprobar y aplicar sus leyes, si decide que el mejor para gobernar es alguien al que malas lenguas envidiosas culpan de quedarse con lo que no es suyo, punto en boca. Voz del pueblo, voz del cielo.

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