Los señoritos
de Madrid llevan ya unos días que no paran: se apelotonan en el AVE como si
hubieran rebajado el precio de los billetes y, aunque no sea semana santa, corren como
locos de esquina a esquina por todos los pueblos de Andalucía, como si no
quisieran perderse ni una procesión.
En ésta
Andalucía de eterna ingenuidad admirativa a todo lo que llega de fuera, los señoriítos
siempre han sido muy bien mirados y, como casi no se les entiende lo que dicen
por lo bien que lo dicen, se les cree todo lo que digan.
Por eso, los
señoritos madrileños que llegan en el AVE estos días son escuchados por los
andaluces casi con veneración porque, además de que lo que han venido a
decirles sea verdad, lo dicen muy bien dicho.
Y, si ni es
todavía semana santa ni feria, ¿a qué se debe que los señoritos madrileños se
hayan puesto de acuerdo en venirse todos al mismo tiempo para Andalucía?
A que quieren
que los andaluces sepan que esos paisanos para los que piden el voto el 22 de
marzo son los que mejor saben lo que a todos los andaluces les conviene, por lo
que es de ellos de los que deben fiarse y no de los que vienen con otros
señoritos de Madrid y que también quieren mandar.
Y los andaluces,
que además de gente bien educada y que a todos escuchan saben tan bien como los
señoritos madrileños lo que les conviene, el 22 de marzo harán lo que quieran,
que seguramente será lo que han hecho siempre: votar a los que siempre han votado.
Cuando el 23
de marzo se confirme que así será y que seguirá siendo así durante cuatro años
más, vendrán en el AVE otros señoritos de Madrid a hacer encuestas para
explicar por qué ha pasado lo que ha pasado y no lo que se suponía que debería
haber pasado.
Y ninguno se
percatará de que las cosas en Andalucía son como son por inercia y gracias a la
principal virtud (quizás la única) de los andaluces: la indolencia.
Por inercia,
si hasta ahora todo ha ido bien, ¿para qué cambiarlo y que empeore?
Por indolencia:
Si Andalucía, como es ahora, es lo mejon
der mundo, ¿pa qué molestarse en cambiarla?
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