Hay muy pocos
ciudadanos a los que, aunque procuren y obtengan trato de favor por parte del
dictador, les gusten las dictaduras. Ni
siquiera a los familiares del mandamás.
Pero, ¿cómo se
detecta al dictador?
Es cierto que
a todos los dictadores los incomodan los discrepantes y que, por todos los
medios, intentan y consiguen que nadie los contradiga.
Pero, ¿cómo se
detectan los síntomas iniciales del que tiende a ser dictador antes de que,
para evitar su tiranía, haya que eliminarlo si la edad no se encarga de hacerlo?
Hay una prueba
infalible, la prueba del algodón que despeja todas las dudas sobre el carácter
dictatorial del que no permite que lo contradiga nadie de la familia o el país
a los que someta a su dictado.
Es dictador o
larva de director todo el que confunda el bienestar, el interés, y la honra de
su país con su bienestar, interés y su propia honra, el que intenta mimetizar
su individualidad con las de todos los individuos obligados a obedecerlo.
Como le ocurre
a Susana Diaz, la presidente de la Junta de Andalucía.
En los dos
debates televisados previos a las elecciones del 22 de Marzo, la dictadora
andaluza se desenmascaró: todas las críticas en que el candidato del partido
popular Juan Manuel Moreno Bonilla señaló como responsabilidad de Susana Diaz o
su partido, la presidenta las desechó como ataques al buen nombre de Andalucía.
No era
utilización dialéctica de la figura retórica conocida por sinécdoque que
consiste en englobar la parte en el todo, sino la expresión del convencimiento
de la presidenta de que quien la critique a ella o a su partido denigra a
Andalucía.
Además de
larva desarrollada de dictadora, Susana Diaz demostró su capacidad innata de
exculparse a así misma y a su partido—el único que ha gobernado
Andalucía—descargando toda la culpabilidad en el Partido Popular, que nunca la
ha gobernado.
Hasta se le
olvidó que durante 22 de los 37 años de historia de la Junta de Andalucía, los
socialistas Felipe Gonzalez y Zapatero coincidieron con gobiernos
socialistas andaluces.
Bendita mala
memoria de la dictadora andaluza, que de todos los males de Andalucía culpó en
sus dos debates a los tres años y poco más que Mariano Rajoy, del Partido
Popular, lleva gobernando España.
Y bendito
Moreno Bonilla, que no cayó en la conveniencia de haberle señalado ese lapsus
memoriae.
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