Por muy tontos
que seamos los españoles, no tenemos capacidad para serlo tanto ni durante tiempo:
es imposible, por tanto, que hayamos tardado tanto tiempo en sospechar que ningún
partido político cumple lo que promete, si teme que ponga en peligro su
objetivo como partido.
¿Cual es el objetivo
real de todos los partidos políticos?
Conseguir gobernar
para ejercer el poder y, una vez conseguido el poder, mantenerlo.
Para ese fin
utilizan todos el mismo medio: prometer que darán a los ciudadanos lo que creen
que los ciudadanos quieren: igualdad, justicia, prosperidad y sacrificar los
intereses partidarios al bien general.
Pero los
partidos, una agrupación de ciudadanos a los que une un interés común contrario
al de otros partidos, están integrados por personas con el mismo objetivo común
básico de las personas que agrupe: vivir mejor que los demás durante el mayor
tiempo posible.
Ninguno lo
confiesa, pero todos los partidos quieren privar del poder a otros partidos
para monopolizarlo en beneficio de sus dirigentes y votantes, aunque perjudique
a los dirigentes y votantes adversarios.
¿Por qué, si es
tan obvio, no se asume la martingala?
Porque no todos
somos iguales ni su diferencia esencial es el color de la piel, el nivel de
ingresos, su capacitación intelectual ni la morfología sexual diferencial.
Lo que hace
diferentes a unos hombres de otros es su actitud ante la vida: hay gente de
acción y gente de reflexión y, como decía el demócrata Lyndon Johnson del
republicano Gerald Ford, la mayoría no sabe caminar y masticar chicle simultáneamente.
Actuar y pensar
son actividades humanas contradictorias porque una inhibe a la otra y, en este
mundo de vuelos low cost, viajes en AVE y abuso de máquinas que piensen por el
que las utilice, no queda tiempo para perderlo pensando.
Así, un partido
político es como un google de andar por casa: te libera del esfuerzo de pensar lo que realmente quieres y
te conviene y solo tienes que creer a piés juntillas lo que muchos otros, como
tú, creen que es verdad y conveniente.
Es una conclusión
aterradora: solo los parados, los viejos, los jubilados, los cojos transitorios
y los vagos (la gente que no sirve para otra cosa), tenemos oportunidad de
reflexionar.
Pero, ¿quién va
a ser tan insensato para creer lo que piense gente que no hace nada porque nada
sabe hacer, o no tiene capacidad para hacer nada?
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