País de
ingratos esta España, que rindió homenajes a un dictador asesino, levantó
estatuas en su honor en todos los pueblos y ciudades y rotuló con su nombre
calles y plazas y, sin embargo, relega al olvido a un hombre bueno y
clarividente que, desde la presidencia del gobierno, encauzó a los españoles
hacia la igualdad y el respeto a los oprimidos.
El malo
homenajeado, evidentemente, fue Francisco Franco y el bueno ninguneado José
Luis Rodríguez Zapatero.
De entre los
innumerables aciertos de Zapatero, el de la Alianza de Civilizaciones fue,
posiblemente, el más clarividente y provechoso.
También el de
efectos más tardíos porque sus beneficios solo se hicieron notar una vez que
Zapatero dejó de ser protagonista político, y nadie se acuerda de él para
agradecerle sus beneficios.
Porque, que la
historia es injusta lo demuestra, una vez más, la injusticia cometida contra el
ex presidente socialista.
Como a Colón,
que no pudo disfrutar en vida de las tortillas de patatas que engullimos porque
descubrió América, tampoco a Zapatero se le recuerda aunque, gracias a su Alianza
de Civilizaciones, el mundo es ahora distinto al que era cuando hizo su
propuesta.
¿Qué es una
Alianza? Es un pacto tácito o expreso para que dos partes opuestas colaboren en
la consecución de un objetivo útil para ambas.
Antes de
Zapatero, los moros y los cristianos iban cada uno por su lado, vivía separados
física y mentalmente y de su mutuo aislamiento ninguno se beneficiaba.
Todo lo
contrario de lo que ahora es el mundo, gracias a la genial aportación de
Zapatero al progreso de la Humanidad.
Ahora, cuando
ya el presidente del gobierno español ha
dejado de serlo, su iniciativa ha cambiado el mundo: la Alianza de
Civilizaciones, aquél objetivo utópico de que formas opuestas de entender la
vida y la muerte cooperen, está vigente.
Los moros están
logrando su destino religioso de matar a todos los que no crean lo que ellos
creen y los cristianos el suyo: ganar el cielo dejándose matar antes que renegar
de sus creencias.
Lo de la
Alianza de Civilizaciones, que a los torpes escépticos nos parecía una
simpleza, está demostrando que fue una genialidad.
Como se hizo
con Franco, los españoles deberíamos rotura con el nombre de Zapatero plazas y
calles de nuestras ciudades y erigirle estatuas en todas las rotondas y
encrucijadas. de nuestras ciudades.
No se hará
porque este pueblo de desagradecidos solo homenajea a los que pueden premiarlos
desde el poder.
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