lunes, 13 de abril de 2015

TIEMPO DE CAMBIOS



¿Qué puede pensar un hombre que otro no haya pensado antes? ¿Qué puede intentar que otro antes no haya intentado?
Esa repetición de intenciones fallidas por circunstancias diferentes explica el progresivo bienestar social, nunca suficiente para los individualmente insatisfechos.
Un filósofo japonés tan alejado en el tiempo como el filósofo del siglo XII  Yoritomo Dashi ya definió esa constante: “En la humanidad nada acaba del todo. Cada cosa se detiene para volver a empezar”.
Uno de esos momentos vive la actual España que, desencantada de la solución concertada en 1978 para resolver de una vez la conflictiva convivencia entre españoles, intenta sustituirla por otra más adecuada.
Es inevitable que la fórmula que se encuentre tampoco será duradera porque las circunstancias en que se elabore evolucionarán en el futuro hasta otras distintas y los deseos de los españoles de entonces serán diferentes de las de los actuales.
Pero un cambio parece inevitable: adecuar las normas constitucionales a lo que los ciudadanos exijan y no, como en 1978, a lo que convenga a los escasos dirigentes de unos partidos políticos entonces inexistentes.
Y ni así porque esta sociedad española, como lo era la de 1978, sigue sin estar entrenada para que los individuos asuman que, cada derecho que adquieran, tiene como contrapartida la responsabilidad individual de asumir personalmente las consecuencias de su disfrute.
Todos los españoles, individualmente, deberían asumir:
1.- Si eligen individualmente y con la misma capacidad de decisión a los dirigentes políticos, se responsabilizan personalmente de las consecuencias de los fallos que cometan en el ejercicio de la responsabilidad que les han encargado.
2.-Que, para exigir igualdad de beneficios de trato, deben contribuir en igualdad al costo de los servicios comunes recibidos.
3.-Que no solo es injusto recibir menos que los demás, sino aportar menos que los otros.
4.-Que el Gobierno del Estado no debe en ningún caso financiar sus empresas con impuestos extraídos de empresas con las que las suyas compitan.
5.-Que, mientras menor sea la intervención del Gobierno delEstado en la evolución natural de la sociedad, mayor será su eficacia como administrador de los recursos que la sociedad ponga en sus manos.
6.-Que al Gobierno del Estado no le corresponde orientar la evolución de la sociedad hacia objetivos ideológicos de su partido, sino ser escrupulosamente neutral en el reajuste permanente del pensamiento de la sociedad.
Si la reforma que se pretende no sigue, entre otras, estas normas que hagan del Estado el administrador y no el orientador de la Sociedad, es mejor dejar que España siga como hasta ahora. Para empeorar no hay prisas.

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