viernes, 10 de abril de 2015

PARÁBOLA DEL ESTADOESPAÑOL



“Y entonces Jesús les habló en parábolas”, dice San Marcos y después sigue con lo de “había un hombre que plantó una viña…” para que sus oyentes entendieran que el castigo a los ingratos es un acto de justicia.
Y es que todos los pueblos, en su etapa inicial de evolución, captan mejor lo que se les quiere transmitir si se usan parábolas que si se emplean conceptos abstractos.
Como los españoles estamos en esa fase inicial de aprendizaje del derecho y la responsabilidad política, es conveniente explicarlo con una parábola, la del establecimiento comercial:
Había una vez un hombre que tuvo una idea: como la gente carecía de lo que frecuentemente necesitaba, pondría una tienda para vendérselo. Averiguó y compró grandes cantidades de lo que más buscaba la gente y, después, de todo lo que podría en un futuro cercano o remoto comprar.
Alquiló un local que permanentemente tuvo que ir ampliando y contrató un primer dependiente de la multitud que poco después mostraban, aconsejaban, vendían y cobraban a los clientes.
Desde el primer día, impuso una regla a los que atenderían directamente al público: “el cliente siempre tiene razón”.
Mientras el fundador de la empresa dirigió directamente la tienda, el negoció marchaba como un tiro. Pero después se dedicó más a ver por televisión al Real Madrid, a pescar ballenas con caña, a ir a los toros y a otras actividades de la vida birlonga y gradualmente, cedió la gestión a encargados.
Poco a poco, aquél ejemplar supermercado fue involucionando hasta llegar a ser, más que una eficiente tienda por departamentos americana, un quilombo chavista-madurerista.
Los dependientes pasaron a llamarse políticos y los clientes contribuyentes. El lema “el cliente siempre tiene razón” cambió al de “el dependiente-político sabe mejor que usted lo que le interesa” y, como consecuencia, el primitivo progreso se transformó en progresivo desmadre.
Un suponer: en la planta sótano, dedicada a las satisfacciones sexuales, donde los clientes siempre hallaban lo que buscaban para hasta sus más sofisticados caprichos, ahora solo encontraban lo que a las meretrices les diera placer.
Y hasta aquí la parábola de la próspera institución que en tiempos fue el Estado Español.

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