SUSANA
PERDEDORA
Es verdad lo
que, no siendo irrefutablemente mentira, parece que es verdad.
Un suponer: Es
verdad que si a alguien que apueste para llevarse los cien millones del bote de
euromillones tiene que repartirlo con otros tres acertantes y se embolsa solo
25, no se le puede discutir que haya ganado aunque haya conseguido solo parte
de lo que pretendía.
Pero también
es cierto que ha perdido porque logó solo una parte de lo que pretendía ganar
al apostar.
Y eso, ni más
ni menos, es lo que le ha ocurrido a Susana Diaz, que ganó las elecciones
andaluzas, pero falló el objetivo que la decidió a convocarlas.
La lideresa
del PSOE gobernaba gracias a una coalición tan sólida con Izquierda Unida que
le permitió sacar adelante todas sus iniciativas gubernamentales, entre ellas
la aprobación del Presupuesto.
Pero un día de
Enero soñó que, si rompía su alianza con Izquierda Unida y convocara
elecciones, su resultado le permitiría hacer lo que quisiera en Andalucía, sin
necesidad de pactar con otro partido que la condicionara.
Y por eso
fracasó Susana: porque el resultado de las elecciones que convocó para robustecer
su poder la obliga a fragmentarlo todavía más y condicionarla al apoyo de más
partidos que antes y de más difícil contentamiento que Izquierda Unida.
Todo lo demás
son zarandajas, parches terapéuticos anelgésicos para aliviar los hematomas de
su tropiezo.
Y eso no es lo
peor porque, si antes de la convocatoria de elecciones podía culpar a las
trabas de Izquierda Unida por su fracaso gubernamental, de la decisión de
romper con su aliado y convocar elecciones solo puede culparse a ella misma.
Ni siquiera,
si quisiera buscar chivos expiatorios, podría hacerlo culpando a sus consejeros
o a su partido.
Porque en esta
apodada Democracia en cuyo sumidero han metido a España, el poder emana del
líder al pueblo y no asciende del pueblo al líder.
Como en las
despreciables dictaduras.
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