De entre los
muchos enigmas incomprensibles, el del orgullo por tener la nacionalidad del
país en el que lo nacieron a uno sin consultarlo es el misterio mayor.
Es como si
alguien se vanagloriara de ser rubio, de medir 1,75 metros o de sentir
frío en invierno y calor en verano.
¿Puso algo de
su parte y, por tanto puede sentirse alguien orgulloso porque lo nacieran en
España, sea un adulto con 1,75 de estatura o sude en verano y tirite en
invierno?
No es lo mismo
que si de pobre llegara a rico, de mamón de biberón a fabricante de alimentos
infantiles o de aguantar impávido el calor o el frió de que los otros se
quejan.
Por lo
general, el patriotismo en sí no es bueno ni malo pero si evolucionara a
patrioterismo, malagueñas tristes porque caería en la tentación de que otro
muriera por su patria antes de que él te matara por la tuya.
Eso del
patriotismo, a lo largo de la historia, ha sido el argumento favorito de los tunantes
para lanzar a los demás a la muerte mientras ellos siguen confortablemente su
propia vida.
Los primitivos
rojos decían que el patriotismo es un prejuicio burgués, pero no se
escandalizan al invocar otros prejuicios, como la lucha de clases, la
liberación de los oprimidos o la igualdad social,para que la gente se siga
matando.
La disyuntiva
entre ser español, pongamos por caso, o marroquí, es tramposa como lo es la de
ser opresor u oprimido. La cuestión es, como se cita a Shakespeare, ser o o no
ser.
Porque seguir
vivo es condición indispensable para poderse sentir uno desgraciado.
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