En una región amazónica
entre Brasil y Venezuela habitan unos
32.000 yanomanis que solo se ponen de acuerdo en que, si todos tuvieran cucharas,
desaparecería el acuciante problema del hambre que los hace desgraciados.
Por lo tanto,
si los yanomanis dispusieran de esa herramienta con la que los blancos que las
usan eructan después de hartarse de comer, el problema del hambre desaparecería
en la tribu.
Lo de los
yanomanis no es tan raro como pueda parecer: las tribus de la región
suroccidental de Europa que ocupan un territorio conocido por España creen que,
si tuvieran democracia, serían tan felices como lo son otras tribus europeas
que ya la tienen.
Los indígenas
españoles creen que la democracia es la cuchara que resolverá su problema,
aunque no se ponen de acuerdo sobre si la cazuela de la herramienta deba ser más
o menos cóncava.
En el fondo,
la obsesión compulsiva de los indios amazónicos y los europeos españoles
confunden el fin con el medio para alcanzarlo.
Porque la
democracia tan anhelada por los españoles y la cuchara que ambicionan los
indios solo beneficia a los fabricantes de cucharas y a los gestores de la
democracia.
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